En defensa de Fructuoso Rivera y de la historiografía liberal
LA VERDAD HISTÓRICA DE LA
RELACIÓN ARTIGAS-RIVERA
Comentarios sobre la anatomía moral de la cabeza de los nuevos revisionistas
Manuel Flores Silva
“De todos los caudillos del río de la Plata, contando lo mismo los que le precedieron que los que vinieron después de él, Rivera fue el más humano: quizás en gran parte porque fue el más inteligente”
José Enrique Rodó, El Mirador de Próspero.
La República ha titulado que “Rivera quiso matar a Artigas” ya que “un investigador uruguayo encontró en Corrientes una carta que cambia la historia y habría sido ocultada” (23/09/07, nota central de tapa y dos páginas) y luego que “Historiadores certifican autenticidad de carta de Rivera para matar a Artigas; colorados callan” de modo que “La educación, la política y la sociedad reflexionan sobre la carta del ex presidente y su intención de matar a Artigas” (25/09/07, una página y destaque en tapa).
Confieso que me extrañó que se presentase como novedad, y aún como noticia –y, todavía, que antaño la mencionada correspondencia había querido ser ocultada por los pérfidos-, algo de lo que se tenía bastante conocimiento hace ya ocho décadas y que, incluso yo, recordaba vagamente haber leído. Sin ir más lejos que mi modesta biblioteca, encontré referidas las dos cartas que “descubre” el periodista de La República en el clásico catálogo documental de Reyes Abadie, Bruschera y Melogno, “Documentos de Historia Nacional y Americana: el ciclo artiguista”, (1951, tomo II, págs 621/625), en otro clásico como “Lavalleja” de Eduardo Salteraín y Herrera (1957, nota al pie número 27, página 58) y en otro clásico de Salteraín, “Rivera, caudillo y confidente” (1945, nota 18), así como encontré a las misivas referidas por mi abuelo materno Juan Bautista Silva en “Rivera Político” (1949, pág. 17 y pág.26). Obviamente la fuente original mencionada es el muy conocido historiador y catalogista correntino Hernán F. Gómez en su clásico “Corrientes y la República Entrerriana” (1929, págs, 50 y 53, Corrientes, Rep. Argentina). ¡La fuente de La República dice haber encontrado la carta en … donde se la catalogó por primera vez públicamente hace 78 años!. Un facsímil de la misma fue publicada ocho años después en Uruguay por Setiembre Raúl Vera, «Aclaraciones Históricas – La prueba de una gran traición» (1937), por Antonio M. de Freitas en “El levantamiento de 1825, Preliminares de la Cruzada Libertadora. Adhesión popular” (1944, págs. 42, 43 y 44, Montevideo) y, luego, por Oscar Montaño en 1997 en «Umkhonto» (Ed. Rosebud, Montevideo) y por Gonzalo Abella en “Artigas, el resplandor desconocido”.
Las últimas cuatro fuentes fueron todas facsimilares y de las últimas dos sólo tuve noticia por internet. Estas nueve fuentes existentes antes de la publicada por La República las encontré en un ratito. Quien pase una tarde en la Biblioteca Nacional trae por lo menos una docena de alusiones bibliográficas más. No es información nueva, entonces, como se presenta falsamente, ni ha estado escondida nunca por el Satán que precisan los simples de espíritu. Es, simplemente, que muchísimos historiadores nacionales serios (de diferentes tendencias historiográficas, sea liberales, revisionistas, marxistas, etc.), en conocimiento de ella, no le dieron importancia salvo la que le dan algunos fundamentalistas ignotos que no se acercan a la disciplina histórica ni académica ni científicamente, sino para expresar la “saña de los mediocres”, dijera Real de Azúa. Por ejemplo, los propios Reyes Abadie, Bruschera y Melogno (que además de transcribir las susodichas cartas transcriben las anteriores del 4 de marzo y del 4 de abril de Rivera a Ramírez o la del 3 de abril de Rivera a Juan Bautista Bustos, gobernador de Córdoba) publicaron en 1968 una crónica histórica valorativa muy pormenorizada de ese tiempo (“El ciclo artiguista”, 1968) y aludieron a las cartas de Rivera a Ramírez de marzo y abril –en las que Rivera, sin conocer la defección de Ramírez a Artigas, pide auxilio de tropas y explica como va a luchar contra los portugueses- y dichos autores, que en su trabajo documental sí habían trascripto las cartas de junio de Rivera a Ramírez, las que publica el periodista de La República, ni mencionan esas cartas en su trabajo valorativo de 17 años después. No le dieron importancia, veremos por qué. Y no lo hicieron pese a ser revisionistas, esto es antiliberales, esto es anti riveristas.
Y no le dieron importancia a las ahora no descubiertas cartas por una razón muy simple. Conocían el verdadero pensamiento de Rivera en esos precisos momentos –salvando la última tropa y esperando un auxilio que planifica- expresado en marzo y abril, enseguida de que debe rendirse, como veremos en cartas a José Artigas, al gobernador de Santa Fe Estanislao López, a Juan Bautista Bustos y al propio Francisco Ramírez el 4 de marzo y el 4 de abril de 1820, antes de saber del contenido del Tratado del Pilar y de las cláusulas secretas de dicho Tratado contra Artigas que combinaron Ramírez y Buenos Aires. Las cartas a Ramírez que reproduce La República son de junio, dos meses después, cuando Rivera ya conoce la defección de Ramírez respecto de Artigas, sus vínculos con Buenos Aires (y consecuentemente con Lecor) y de manera que le está contestando a un hombre del otro bando como Ramírez que está, además, en connivencia con los dominadores de la Banda Oriental y a quién, para peor, a Ramírez, Rivera le ha confiado en marzo, antes de enterarse de su defección, los pasos que se propone dar en pos de las metas libertarias de siempre. El contenido de las cartas de junio –el “descubrimiento” re contra viejo del periodista de La República- no lo cree para empezar ni el propio Ramírez, que ha asegurado a su gobernador interino, como veremos, que Rivera no está con los portugueses sino que persistirá en organizar el partido patriota (“No crea Ud. que el coronel Rivera abrace jamás el partido de los portugueses; él quiere salir de las dificultades y salvar a su Provincia a costa de todo sacrificio«, 29 de febrero 1820).
Razonando empero sobre el cómo ahora cualquiera dice cualquier cosa sin base alguna y una caterva de enajenados (mezcladores de datos fuera de contexto, de groseras categorías de análisis, de falsas teorías conspirativas, enajenadas, alienadas y turulatas, además de simpleza, simpleza, simpleza e ídem ignorancia) usan la historia falazmente como arma arrojadiza, me sorprendí diciéndome algo que jamás pensé que diría yo que soy muy anti revisionista, como cualquiera que profese principios políticos liberales republicanos: revisionistas-eran-los-de-antes. O, marxistas-eran-los-de antes. Porque, ahora, ese grupo de seudo historiadores entre los que se anota quién proporcionara la artera especie al lanzatorpedos del periodista de La República, deforman la historia a tal grado que publican, por ejemplo, como lo han hecho, que el verdadero artiguismo está en la asamblea de Gualeguaychú, que corta ahora el tránsito sobre los puentes del Río Uruguay, y dislates de parecida y mucho mayor magnitud. ¿Será que el país vive la hora de la tontería? Será.
¿Por qué se le ocultó al público de La República las decenas de presentaciones bibliográficas de las cartas que se presentan ahora falazmente como “descubrimiento” –en general o ignoradas o meras notas al pié de los historiadores serios- y se armó toda la fabulación del hallazgo actual cuando en realidad lo hizo el correntino Gómez hace casi 80 años, sin impacto alguno en la historiografía nacional? ¿Por qué se oculta, además, el verdadero pensamiento de Rivera presente cuando le remitió cartas con su pensamiento genuino a Ramírez antes de saberlo defeccionado, también publicadas hace décadas, al día y al mes siguiente de tener que rendirse, pero pidiendo ayuda para la liberación de la Banda Oriental?
Estando a todas luces frente a una operación política que usa a la historia de excusa –tergiversando su verdadero e inequívoco sentido- voy a proceder a contestar del siguiente modo: primero presentaré los hechos, que son meridianamente claros y desmienten rotundamente al periodista de La República –obviamente, Rivera nunca tuvo como mira, como intención ni como nada, ni traicionar a Artigas ni mucho menos matarlo- y luego analizaré por qué señalo que se trata de una operación política. Y aún más, intentaré definir la lógica que anima el modo de razonar que hay detrás de esta manera de hacer política y de deshacer historia. Un rasgo básico del pensamiento antiliberal e intolerante de esta tan poco republicana y actual época del país.
Porque este es un tema central. Lo que está en juego el control de la representación del pasado, para deslegitimar al liberalismo político, para la destrucción de la memoria liberal, consecuentemente republicana, única consecuentemente democrática. Se lo hizo en los años 60 y la identidad nacional toda cimbró. La cultura antiliberal reproduce antiliberalismo. Quedó este país que se despierta ya agotado, en que las ideas son más viejas que las ruinas y ya apolillaron la palabra “cambio” cuando no han dado todavía ni dos pasos. Se usó antes mucho el truco de la legitimación por “novedad” o “noticia”, recubriéndose la labor de una falsa “cientificidad”. Se lo intenta hacer ahora nuevamente. Entonces se lo hizo en un mundo bipolar, de cuestionamiento de la democracia. Era profundamente erróneo pero tenía cierto nivel. Era tarea de intelectuales y periodistas. Hoy está a cargo de “operadores” en busca de tarea. La democracia ya no se puede cuestionar abiertamente pero, a medida que se les vacía su mensaje del presente, piensan que sólo tienen futuro si controlan el pasado. Y el presente, paradójicamente, les es estéril porque el pasado que difunden como identidad (hace cuarenta años, manejando, desde luego, la producción educativa) es una falsa identidad nacional que sólo reproduce negación nacional y migración juvenil.
Los hechos 1. Artigas y Rivera contra Sarratea y Alvear, los amigos de Ramírez cuando éste defeccione.
Como veremos más adelante, una cosa era lo que pensaban Artigas y Rivera de Francisco Ramírez antes del Tratado del Pilar de éste con Buenos Aires (23 de febrero de 1820) y otra cosa es lo que opinarán Artigas y Rivera sobre Ramírez luego de conocer los mismos y, particularmente, luego de conocer los compromisos anti artiguistas de las cláusulas secretas de dicho tratado, todo lo cual se iría despejando a lo largo del mes y medio siguiente al tratado mismo. Para explicarse la nueva realidad Artigas y Rivera debieron tomar nota que unos días antes de Cepeda (1 de febrero de 1820), se habían plegado a Ramírez Carlos de Alvear (el mayor anti artiguista de todos los tiempos) y José Miguel de las Carreras, chileno a quién Artigas había rechazado, que vivían bajo la protección de Lecor, los dos, hacía un par de años en Montevideo. Artigas estaba metido en las semanas anteriores a Cepeda en la última y fallida invasión oriental a territorio brasileño y el 22 de enero de 1820 se había dado la batalla de Tacuarembó, que había exterminado al ejército principal de Artigas. Paradójicamente, era el peor momento de la Banda Oriental (Tacuarembó), pero el mejor de la Liga Federal (Cepeda).
Rivera, con algunos cientos de hombres, había quedado en el país, como Jefe del Ejército Nacional, cargo que ostentaba desde hacía más de un año, haciendo la guerra de guerrillas en la que llevaba varios años. Cada vez con menos hombres y cada vez con menos espacio geográfico. La derrota de Tacuarembó iba a implicar que sus movimientos ya se anularan porque todo el Ejército portugués sobre él –destruidos los 3.000 efectivos de Artigas, los 16.000 portugueses se concentraban sobre los 400 hombres de Rivera- lo dejaba sin espacio de maniobra. Enseguida después de Cepeda se le acerca a Ramírez el otro gran anti artiguista, Manuel de Sarratea, de modo que Ramírez, Alvear, Sarratea y Carreras organizan el Tratado del Pilar, cuyas cláusulas salvaban a una Buenos Aires a merced de la Confederación, lo que le reportó la Gobernación de la misma a Sarratea. Mientras Artigas y Rivera creían que el triunfo de la Confederación sobre Buenos Aires después de 5 años, Cepeda, le iba a dar el aire que una Banda Oriental exhausta y ya sin poder de resistencia ante los muy superiores en números y pertrechos ejércitos portugueses, lo que estaba pasando en realidad es que Ramírez concentraba el mayor acumulado intelectual anti artiguista existente. Era el fin de un enfrentamiento cíclico de Sarratea y Alvear contra Artigas. Veámoslo.
Los hermanos Félix y Fructuoso Rivera juntaron a sus vecinos entre lo que hoy es Florida y Durazno y participaron en el Grito de Asensio el 28 de febrero de 1811, primer pronunciamiento patrio (pre artiguista) así como en la primera batalla patria en Colla el 20 de abril de ese año. Félix muere no sin antes dejar a cargo de Fructuoso a la partida de hombres que los acompañaban. Días después en la batalla de Las Piedras, Fructuoso obtiene el grado de Capitán.
Buenos Aires verá tanto en los años 10 como en los años 20 del siglo XIX que su alianza con los orientales le traía problemas indeseados con el Brasil. Establecido el sitio a Montevideo después de Las Piedras, los portugueses empiezan a asolar el territorio, aliados a los españoles de Montevideo, de modo que en octubre de 1811 se produce el armisticio entre Buenos Aires y los españoles (los portugueses y los de otras provincias deben retirarse de la Banda Oriental) y Artigas en noviembre emprende en protesta por la transacción porteña su éxodo. Manuel de Sarratea, uno de los Triunviros de Buenos Aires, a cargo él de la Banda Oriental, intenta desarticular al artiguismo. Recurre a todo tipo de ofrecimiento. Convence al Jefe inmediato de Rivera, a Eusebio Valdenegro y a otros jefes como Vargas y Ventura Vázquez, los cuales defeccionan a favor de Sarratea, quién ha declarado traidor a Artigas. Rivera rechaza sus ofrecimientos y permanece fiel a Artigas. El Segundo Triunvirato porteño cae, y Sarratea con él, al año de estar en la cabeza del Estado, de modo que se restablece el sitio a Montevideo. Sarratea, ya no triunviro, conserva, sin embargo, el mando de las fuerzas de las Provincias Unidas en nuestra banda.
Acercándose a Montevideo a establecer el segundo sitio (fin del año 1812) Artigas encarga al joven Rivera el sustraer las caballadas de Sarratea, cosa que Rivera logra (como posteriormente confisca las caballadas en Guayabo y en Rincón). Acto seguido, Sarratea fue depuesto y tuvo que volver derrotado a Buenos Aires. Esa acción y otras le valen a Rivera el grado de Mayor. Dos veces nos vamos a volver a encontrar con Sarratea y una de ellas tendrá que ver con las cartas a Ramírez que “descubrió” el periodista de La República.
Los años 14 y 15 Sarratea los pasó en Europa buscando Rey (le ofreció las Provincias Unidas a Fernando VII) y luego trabajó para entregarle el trono de estas provincias a un hermano de este, Francisco de Paula Borbón. Ministro del Director Pueyrredón, retoma la campaña anti artiguista, en realidad antirrepublicana.
En los días después de Cepeda se acerca a Ramírez y consigue, para que este no ataque Buenos Aires, que lo hagan Gobernador de la misma. Como tal firma el Tratado del Pilar, complot anti artiguista, en que la traición de Ramírez logrará terminar con el poder de Artigas. Lo derrocan a los días a Sarratea (cuando queda claro que debe proporcionar dinero, armas y pertrechos a Ramírez, según las cláusulas secretas del Pilar) pero Ramírez lo hace poner de vuelta. Le dio luego a Ramírez fuerzas porteñas a cargo de Lucio Mansilla –fueron decisivas- para enfrentar a Artigas.
Echado a las pocas semanas definitivamente del Gobierno de Buenos Aires, Sarratea se sumó, entonces, a Ramírez en la persecución final y derrota de Artigas. Sarratea fue, luego, Embajador de Rivadavia en Inglaterra y, naturalmente, de Rosas en Francia y en Río de Janeiro.
Pero volvamos a donde estábamos. Se reestablece el segundo sitio a principios del año XIII. Artigas envía ese año sus delegados con las consabidas instrucciones al congreso de las Provincias Unidas. Son rechazados. Artigas se retira del segundo sitio. Oribe (nieto del primer gobernador español de Montevideo) y Lavalleja (este por poco tiempo) se quedan con los porteños. Rivera, siempre fiel y sin fisuras, acompaña a Artigas. El 20 de junio del año 14 se retiran de Montevideo los españoles. Carlos Alvear que ha sustituido a Sarratea ataca a los sitiadores artiguistas por sorpresa, mientras estaban negociando con él y ocasiona gran matanza, comandados estos por Otorgués, el 25 de junio. Empieza la guerra entre porteños y orientales. El 10 de enero del año 15, “nuestro valiente y generoso Rivera” como ya decía sobre él José Artigas (en general muy poco afecto al elogio), obtiene sobre los porteños la decisiva victoria de Guayabos y los expulsa de esta banda. Rivera es ascendido a Coronel, obteniendo todos sus grados en el campo de batalla. Otorgués entra a Montevideo, gobierna unos meses sin mayor tino, Artigas debe relevarlo y nombra a Miguel Barreiro como Delegado y a Rivera como Comandante de Armas.
Montevideo libre de españoles ha supuesto la libertad para el septuagenario padre de Rivera después de tres años de prisión y tres condenas a la horca. Pablo Perafán de la Ribera es propietario de más de 280.000 cuadras, quintas en Miguelete, Peñarol y Las Piedras, saladero y pulperías (producción, industrialización y ventas, se diría hoy) así como ha sido Alcalde de la Santa Hermandad y Juez en lo que hoy es Durazno. Todos los dichos bienes los entregó Fructuoso en sus luchas patrias hasta morir endeudado. En el año 16, Bernardina le da a Fructuoso el único hijo, que muere poco después, y cuyo padrino es Artigas según el acta bautismal.
Alvear que ha traicionado a Otorgués y fue el primer gobernador del Montevideo no español, porteño y anti artiguista, el mismo día en que su gente perdía la batalla de Guayabo era nombrado en Buenos Aires Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, cargo en el que se mantuvo durante cuatro meses. De inmediato resuelve atacar a Artigas y las fuerzas que contra él envía comandadas por Ignacio Álvarez Thomas, sin embargo, se rebelan a tal designio y Alvear cae, se refugia en un buque británico y parte al exilio en Río. En el corto tiempo en que fue Director Supremo tuvo tiempo de ofrecer a Inglaterra –en memorable carta a su Primer Ministro- la anexión de las Provincias Unidas a la corona británica. En rigor, a suplicar tal anexión. Llegado a Río se convirtió, sin embargo, en informante de los españoles a quienes dio detalles de todas las fuerzas y pertrechos patriotas. Relación que también se hizo famosa porque los españoles se entendieron luego, a través de los portugueses, con Pueyrredón, ya entonces Director Supremo, y publicó éste en La Gaceta de Buenos Aires el informe traidor de Alvear. Pasó Alvear a vivir en 1818 a Montevideo bajo la protección de Lecor. Unas semanas antes de Cepeda, en 1820, se plega a Francisco Ramírez. En los meses subsiguientes al Tratado del Pilar conspiró numerosas veces para ser elegido Gobernador de Buenos Aires, lo que logró, pero el Cabildo no lo dejó asumir, sino que designó a Manuel Borrego, quién después de varias batallas aprisionó a Alvear. Pasó, entonces, a vivir nuevamente al Montevideo de Lecor, en 1822. Fue Ministro de Rivadavia, Jefe del Ejército de las Provincias Unidas (1826, a las que pertenecía la banda Oriental) –en tal carácter comandó la bastante vergonzosa batalla de Ituzaingó- y luego Ministro de Rivadavia y, naturalmente, Embajador de Rosas durante décadas en EE.UU.
En agosto del año 16 se produce, finalmente, la invasión portuguesa pactada con el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, quién había sido designado a fin de abril. Cuando Pueyrredón caiga, tres años después, vendrá incluso a vivir al Montevideo de Lecor. Pueyrredón a poco de asumir aprovecha que Rivera está en Colonia e intenta atraerlo. Rivera, siempre leal, informa de todo a Artigas. Lecor entra a Montevideo el 30 de enero de 1817. El 7 de octubre de 1817, Rufino Bauzá, Manuel e Ignacio Oribe y otros abandonan a Artigas y se pasan con Pueyrredón. Pasan 500 hombres, dos cañones al enemigo. Pueyrredón les indica que se entreguen a Lecor y éste los manda a Buenos Aires en un navío de guerra al mando del marino Sena Pereira. Expresan que «no querían servir a las órdenes de un tirano como Artigas, que, vencedor, reduciría al país a la barbarie; y, vencido, lo abandonaría» Al mes siguiente Artigas le escribirá Pueyrredón: “usted es responsable ante las aras de la Patria de su inacción y de su malicia contra los intereses comunes. Algún día se levantará ese tribunal severo de la Nación y en él debe administrarse justicia”. En 1818 Rivera es nombrado por Artigas Jefe del Ejército Nacional. Muchos fueron los que defeccionaron del artiguismo. Desde fines del año 17 forman la sociedad secreta de “Los caballeros orientales”, la que como la “Logia Lautaro” en la vecina orilla era una sociedad secreta no masónica, aunque pudiera haber masones entre sus miembros y aunque en otra fase posterior de la masonería uruguaya se fundara una logia con ese nombre. Así abandonaron a Artigas Lorenzo Justiniano Pérez, Dr. Francisco Llambí, Juan Francisco Giró, Pablo Zufriategui, Juan María Pérez, Juan Benito Blanco, Tomás García de Zúñiga. Francisco Javier de Viana, tío de Oribe y “alvearista” que estaba con Lecor. Rivera les llamaría “puñales de la patria”.
Al cabo, el 14 de febrero de 1820, Rivera era el único que había permanecido leal, salvo los presos en Brasil como Otorgués, Lavalleja (que había defeccionado un instante en 1814), Manuel Artigas, Bernabé Rivera y algunos otros. Ese día Artigas pasa el Uruguay donde del otro lado la Liga Federal por él comandada es triunfante sobre Buenos Aires. Tanto él como Rivera veían el contraste en la Banda Oriental producido a raíz de la atroz derrota y la consiguiente matanza de Tacuarembó el 22 de enero como un evento a superar por la victoria del federalismo en Cepeda el 1 de febrero. Las instrucciones que llevaba Ramírez vencedor para la paz con Buenos Aires eran que la Confederación toda declarase la guerra a los portugueses y se comprometiese con los orientales. La realidad iba a ser totalmente otra. Artigas iba a tener que retirarse derrota tras derrota hasta internarse en Paraguay perseguido por Ramírez y Sarratea, en combinación ellos con Alvear y Carreras, y Rivera, totalmente rodeado, quedaría con lo que quedaba de patria para remendarla. Como veremos sobre las concepciones, valores, sagacidad y trabajos de Rivera descansó entonces, como nunca en la historia de este país, la posibilidad de que este territorio gozara de autonomía y sus habitantes de libertad y derechos.
Antes de conocer la traición del Pilar, las cláusulas públicas primero y las secretas después, Rivera le escribe a Ramírez lo que realmente se propone. Más a adelante lo consignaremos más completo. Pero para marcar las diferencias entre lo que escribe Rivera a un Ramírez que cree aliado (marzo y abril) y lo que escribe a un Ramírez que sabe enemigo y rodeado de hombre de Lecor (junio), adelantemos algunas frase de lo Rivera le escribe a Ramírez mientras confía todavía en él, textos que le han sido escamoteados al público de La República: “Hágame usted la justicia de creer que ahora más que nunca deseo combatir a estos inicuos mucho más tiranos que los españoles” Carta de Rivera a Ramírez del 4 de marzo de 1820. “…los miserables instrumentos de que se ha valido Lecor para seducir la sencillez de los habitantes… pero hoy palpan estos incautos que aquel jefe no es escrupuloso en el cumplimiento de su palabra … ha corrido el velo a sus detestables intenciones. En lo sucesivo nos impondrá el duro yugo… los ilustres jefes (vencedores de Cepeda)que han roto las cadenas con que fuertemente oprimía Pueyrredón a las provincias romperán también con facilidad las que una ignorante nación está forjando para esclavizarnos. Principie usted… a estimular las demás provincias para que concurran a la obra que inmortalizará su nombre y sin la cual será menguada su gloria. Active usted la pronta declaración de la guerra por Buenos Aires, aquella sola bastará para alejar a nuestros nuevos tiranos … haga presente a todos los pueblos que yo a la cabeza de 1500 hombres de caballería espero sus fraternales auxilios. Suficientes son 2.000 hombres de líneas por un buen jefe para vencer a estos viles mercenarios…. Vuele usted a este territorio a recoger nuevos laureles”… “No desperdicie usted los instantes. ..Instruya al diputado de esa provincia para que haga presente al soberano congreso mis deseos y las razones que tengo…” Carta a Ramírez del 4 de abril de 1820. “…sin extinguir el fuego patrio que me devora, me obligaban a mirar con más prudencia la salud general…tomé los remedios que diera la política…creí oír la espirante voz de mi patria. Ella me ordenaba no sacrificar inútilmente las últimas fuerzas que, bien dirigidas, la restablecerían a su antiguo esplendor. …avisé a los Gobernadores de Entre Ríos y Santa Fé de mi espinosa situación, para que no se disfrazasen mis sentimientos; instruí al General Artigas para que en virtud del artículo 10 del Tratado del Cuadrilátero, pusiese en uso cuanto mis apuradas circunstancias y las suyas, las que seguramente encontrarían acogida y protección en los pueblos confederados…hace que me dirija a usted para que usando de las omnímodas y altas facultades que hoy ejerce en esa Provincia tome la parte más activa para auxiliarnos y protegernos, como para expresar por medio del diputado de esa provincia los sentimientos de todos los buenos orientales al soberano congreso, quién considerando la materia y sus trascendencias, determinará no dudo la restauración del país … Nada más apetezco que la libertad de mi amada patria, única objeto de mis desvelos. Para contribuir a tan laudable fin puede contarse con inagotables recursos de boca y con mil y quinientos hombres de caballería que bajo mi dirección derramarán la última gota de su sangre primero que abandonarme. En esta fatal crisis aún me acompañan más de 400 bravos y a mi primera insinuación se presentará la provincia en masa para abrir si fuese necesario un paso a las fuerzas auxiliadoras… Nada más falta que mover los poderosos medios colocados por la justicia en manos de usted. Eternice su nombre y sus glorias defendiendo y ayudando a una provincia hermana que tantas veces ha empapado la tierra con su sangre por sostener la verdadera libertad…” Carta al Gobernador de Córdoba, J. B. Bustos, del 3 de abril de 1820. Cartas publicadas en Reyes Abadie, Bruschera y Melogno, “Documentos de Historia Nacional y Americana: el ciclo artiguista”, (1951, tomo II, págs 595, 600, 606), en Eduardo Salteraín y Herrera “Rivera, caudillo y confidente” (1945), así como en Juan Bautista Silva en “Rivera Político” (1949, pág. 15)
Las cartas de Rivera a Ramírez de 5 y 13 de junio tienen otro carácter. No son cartas manuscritas de Rivera, ha sostenido estos días Ana Ribeiro, cosa excepcional, puesto que –como existen innúmeros testimonios- Rivera pasaba las noches escribiendo. Ramírez se preparaba para la guerra con Artigas y escribe a Rivera el 31, según expresa el mismo Rivera, pidiéndole auxilio. Rivera dice que no puede hacerlo por absurdos pretextos formales. Son centralmente cartas de negativa de Rivera a Ramírez, fingiendo no haberle escrito antes puesto que le cuenta de vuelta todo el asunto del armisticio con la mediación del Cabildo de Montevideo. Al mismo tiempo que evidenciando el conocimiento de Lecor de esas cartas que le envía a Ramírez, le transmite un pedido de éste de devolución de prisioneros brasileños y de normalización del comercio, así como las garantías de que Lecor lo considera el gobernante legítimo de Entre Ríos y no lo agredirá. El mismo Cabildo y los mismos montevideanos con los que se ha encarnizado en las cartas previas que le mandó a Ramírez antes de saber de su defección, cuya tinta aún estaba fresca, y dice contra lo que ha afirmado antes, que todo está bien. La patria no es más “infeliz”, el Cabildo es “digno de recomendación”. Debe hacer en la primera carta una alusión contra Artigas. No parece haber convencido a nadie. Pues debe escribir otra carta a la semana siguiente con más verosimilitud no artiguista. Le contesta a Ramírez en suma con un mensaje de Lecor. Ya no le dará nunca más tratamiento de patriota –Ramírez será ejecutado al año siguiente, teniendo 34 años- y Rivera debe hacer así como nada contra Artigas, obviamente, los fuegos de artificio de estas dos solas cartas, pues tampoco hay carta alguna anterior o posterior dirigida a patriota o no patriota de tipo alguno contra Artigas. Seguramente Rivera debió negarse a ir contra Artigas, cosa en que el Buenos Aires de Sarratea, en combinación con Lecor, le estaría naturalmente apretando, como veremos. POR ESTE TIPO DE RAZONES HACE 78 AÑOS QUE NADIE SERIO LE HACE CASO A ESTAS CARTAS. No se puede honestamente desligar estas cartas de un contexto en que Rivera sabía que Ramírez ahora con Sarratea y Alvear y Buenos Aires estaba en perfecta comunicación con Lecor. Todo se había juntado contra esta Banda y Rivera estaba pasando la patria por el ojo de un alfiler y debía fingir en medio de un coro de canallas. A diferencia del fundador de la iglesia debió negar al redentor sólo dos veces y no tres.
Los hechos 2.- Pueyrredón y Lecor contra Artigas y Rivera.
El marco en que se produce la invasión portuguesa a la Provincia oriental que terminará por derrotar a Artigas es bien particular y es necesario entenderlo como contexto. Sin ello no es posible comprender lo que pensaban Artigas y Rivera en el decisivo verano de 1820. Mientras en el seno del artiguismo el republicanismo era la llave maestra conceptual, los principales líderes de Buenos Aires fueron monárquicos y emplearon buena parte de la primera década revolucionaria en la búsqueda de una corona. Una de las principales causas de la aproximación entre Pueyrredón y Lecor, y el trabajo conjunto contra Artigas, fue la posibilidad promovida desde Buenos Aires y finalmente rechazada por el Rey de Portugal y Brasil de que todas las Provincias Unidas terminaran bajo la corona de portuguesa. Es decir, cuando Ramírez incorpora a Alvear y Sarratea suma a su lado antia rtiguismo puro, pero cuando se alía con Buenos Aires, entra en contacto directo con Lecor, como veremos.
Hemos visto más arriba que Alvear fue partidario de la corona inglesa y le ofreció estas provincias al Secretario de Relaciones Exteriores británico, Lord Castlereagh en conocida carta: “solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tanto males, acogiendo en sus brazos á estas Provincias que obedecerán su Gobierno, y recibirán sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, á que están dispuestos antes que volver á la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación una existencia pacífica y dichosa”… “Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos generosos…«. Expulsado del poder a Río se ofreció a los españoles y en relación de las fuerzas patriotas, como vulgar informante, expresa su deseo de “poner término a esta maldita revolución… Porque mi decidido conato ha sido volver estos países a la dominación de un Soberano que solamente puede hacerlos felices…»
Hemos visto a Sarratea ofrecer estas provincias al propio Fernando VII y luego al hermano de éste, Francisco de Paula Borbón. En realidad, San Martín y Alvear (partidarios de la corona británica), Belgrano (partidario de ungir a un príncipe Inca con esposa europea) Pueyrredón (corona portuguesa o francesa) y otros de los principales líderes porteños eran partidarios de la monarquía constitucional. Y de la independencia de la monarquía absoluta de España (principio constitutivo de la Logia Lautaro, no masónica, formada por americanos en Cádiz). Lo de Sarratea, que no integró la Logia, es particularmente grave, porque buscaba una monarquía absoluta como la española. Como Alvear, en su momento pro español, cuando estuviera exiliado en Río, luego de ser Director Supremo. La adhesión española de Alvear en 1815 fue tajantemente rechazada por la reina Carlota Joaquina, que lo hizo echar de Río, por lo cual Alvear vino al Montevideo de Lecor.
El primer y temprano planteo monárquico lo desarrolló la esposa del rey de Portugal y Brasil, Juan VI, que vivía en Río, protegido de las invasiones napoleónicas, la hermana de Fernando VII, Carlota Joaquina. Estando preso de Napoleón su hermano, hecho que disparó los sucesos de América en los años 10, tenía cierta lógica, que la hermana creyera tener derechos sobre las Provincias del Plata. El agente en Montevideo de Carlota Joaquina fue Felipe Contucci, cuñado y suegro, simultáneamente, de Manuel Oribe (esposo de su hermana y padre de su esposa).
En 1815, Manuel José García es enviado a Brasil por Alvear para contactar al Embajador inglés en Río y realizar su oferta. Caído Alvear, Manuel J. García servirá desde Río a los siguientes tres Directores Supremos en la idea de que Juan VI de Portugal y Brasil o alguien de su casa de Braganza ocupe el trono de las Provincias Unidas. Los trabajos en ese sentido avanzarán mucho bajo el Directorio de Pueyrredón que durara algo más de tres años (1816-1819), y en el marco de esa idea es que naciera la invasión portuguesa a la Banda Oriental. Sin embargo, como Juan VI no aceptó por temor a los reclamos de España en la poderosa y recién formada Santa Alianza, Pueyrredón abrió negociación con el Príncipe de Richelieu, Ministro de Luis XVIII para conseguir un Rey francés. En respuesta a las negociaciones de los enviados del Director Pueyrredón a Europa, en 1818, llegó a Buenos Aires un agente secreto del gobierno francés, el coronel Le Moyne. El responsable de negociar la monarquía orleanista en Europa fue Valentín Gómez. Pero el proyecto orleanista no se concretó y el 1º de junio de 1819, el gobierno francés contra ofertó oficialmente a Valentín Gómez la entronización del príncipe de Luca. Esto último estará presente en el último y durísimo intercambio de correspondencia entre Ramírez y Artigas, luego de la defección del primero. Se recomendaba también el matrimonio del príncipe con una princesa portuguesa. Véase, por ejemplo, correspondencia oficial entre el representante del Director Supremo en Río y su mandante.
- J. García a Pueyrredón, 9 de junio de 1816, “Alarmado este Ministerio de los progresos que sobre los gobiernos de las Provincias Unidas va haciendo el caudillo de los anarquistas, no ha podido menos que representar a Su Majestad Fidelísima la urgencia de remediar el tiempo tanta desgracias y Su Majestad parece haberse inclinado a empeñar su poder en extinguir hasta la memoria de esta calamidad”
- J. García a Pueyrredón, 25 de junio 1816 “Los resultados hasta aquí son los siguientes…3 desviar del Gobierno de Buenos Aires el golpe que los procedimientos anárquicos del caudillo de la Banda Oriental estaba preparando. 4 Contribuir de este modo para que las operaciones militares sobre esta Provincia se modifiquen de manera que sean útiles a las demás, tanto por la liquidación del poder anárquico de Artigas …”. Director Supremo a M. J. García, 4 de mayo de 1816, “El deseo de ver terminada la guerra civil con el auxilio de un poder respetable que no obraría contra sus propios intereses cautivando nuestra gratitud”. Instrucciones “reservadísimas” del Congreso de las Provincias Unidas a Miguel Irigoyen, enviado secreto ante Lecor y la Corte de Río, 4 de setiembre de 1816, “Que formando un estado distinto del Brasil, (las Provincias Unidas del Río de la Plata) reconocerán por su monarca al de aquel, mientras mantenga su Corte en este Continente pero bajo una Constitución que le presentará al Congreso”. Lecor a Pueyrredón, 27 de noviembre de 1816, “(Los pueblos) ya no insistían en sus ideas democráticas y era llegado el momento de proponer la coronación de un Infante del Brasil en el Río de la Plata…”
Por esos tiempos es que el Cónsul francés Maler informa a su gobierno que la misión de M. J. García en Río era que Brasil ocupase la Banda Oriental, luego las Provincias Unidas tomaran por Rey a Juan VI, quien pasaría a ser Emperador de la América del Sur.
Joaquín Pérez en su “Artigas y San Martín” afirma que “en este mes de setiembre de 1818 Pueyrredón convino con Le Moyne el plan de coronar al Duque de Orleáns en Buenos Aires…autorizó a Lecor a ocupar Entre Ríos temporalmente como una forma de colaboración en la lucha común contra Artigas”
En el marco de la alianza Pueyrredón- Lecor, el primero dicta un Decreto, 20 de febrero de 1819 “Sólo los buques de guerra de las provincias de la Unión y los de la escuadra portuguesa, como también los que de esta Nación condujesen víveres y pertrechos a la columna del general Curado (la columna del norte de la invasión portuguesa, la del sur la comandaba el propio Lecor), que actuaba en el continente, así como los de las flotilla ligera lusitana que operaba en el Uruguay, podían tener libre acceso a Buenos Aires”.
No debe verse la opción de entonces por la monarquía constitucional con ojos del siglo XXI y condenar sin más a los que defendían esa opción. Sí debe apreciarse el notable adelanto de las ideas artiguistas. Y el tremendo significado que tendrá la defección de Ramírez desde esta óptica, que es más nuestro tema, pero que precisa estar iluminado desde estas perspectivas también.
Artigas estaba al tanto de estos propósitos porteños. Tenía en su poder, desde el 20 de diciembre de 1815, una carta (que se conserva) de un amigo de Río de Janeiro cuyo nombre se ignora que lo ponía al tanto de todo. Por otra parte, Artigas había interceptado una comunicación reservadísima con estos contenidos de Manuel José García y el padre de éste le informa de esta interceptación a su hijo en agosto de 1816. Es por eso que Artigas sabe lo que dice cuando le escribe a Pueyrredón, el 13 de noviembre de 1817: “Yo, empeñado en rechazar a los portugueses y usted en favorecerlos…hablaré por esta vez y hablaré para siempre. Ud. es responsable ante la Patria de su inacción y perfidia contra los intereses generales. Algún día se levantará ese tribunal severo de la Nación que administrará Justicia equitativa y recta para todos”. Es por eso que Artigas, convencido de que el gobierno de Buenos Aires había apoyado la invasión, decretó el cierre de los puertos orientales a los barcos de aquella jurisdicción. Y declaró, en acto que la historia nacional no ha valorado, la independencia de la Banda Oriental. Cuando dos años después Pueyrredón vea que Artigas ha resistido a los portugueses y Buenos Aires teclea, llama en su auxilio a San Martín y a su Ejército de los Andes. San Martín no obedecerá, pedirá la baja del Ejército argentino y se irá a Chile.
Los hechos 3.- Rivera en 1820. (Artigas y Rivera derrotados por Lecor, Sarratea, Alvear, los planes de Pueyrredón y Ramírez)
13 de noviembre. Ramírez (Gobernador de Entre Ríos) y López (Gobernador de Santa Fe) al Director Supremo Rondeau (que intenta negociar antes del enfrentamiento bélico): “Su excelencia el General Artigas… nos manda exigir del directorio, antes de entrar en advenimiento alguno, la declaración de guerra contra los portugueses que ocupan la Banda Oriental…”, así como exigir la vigencia del sistema federal.
4 de diciembre. Artigas a Ramírez. “por lo mismo y en cumplimiento de mis deberes, debo decir a Ud. que háyase efectuado o no la entrevista solicitada (gestiones acuerdistas de Rondeau) háyase o no tratado, por nada paso, ni autorizaré cosa alguna estipulada mientras el gobierno de Buenos Aires no haya declarado la guerra a los portugueses pública y activamente” .
29 de diciembre. Ramírez a Artigas. “No admitiré otra paz que la que tenga por base la declaración de guerra contra el Rey Don Juan, como Ud. quiere..”
22 de enero. Error estratégico obliga a dar la batalla de Tacuarembó en inferioridad de condiciones tácticas (dividas las fuerzas patriotas por un río crecido). Más de 500 orientales muertos y 600 presos. Derrota y dispersión del principal ejército oriental compuesto de 3.000 hombres. El mismo Andrés Latorre no sólo condujo las fuerzas artiguistas en ésta la última batalla contra los portugueses sino también en la primera contra ellos, el 4 de enero de 1817, batalla del Catalán. Allí también fue cuestionado su manejo táctico y los orientales sufrieron 800 muertos, 200 prisioneros y perdieron 6000 caballos. La invasión brasileña comprometió 16.000 hombres bien armados, artillado y adiestrados contra una montonera que en su mejor momento tuvo en pié, según los cálculos más optimistas, a 7.000 hombres en todo el país.
1 de febrero. En Cepeda victoria decisiva del federalismo (Ramírez y López, gobernadores de Entre Ríos y Santa Fé conducen a los vencedores), que reconocía a Artigas por jefe, sobre el ejército de Buenos Aires.
2 de febrero. Ramírez a Artigas. Detallado parte de la Batalla de Cepeda.
2 de febrero. Ultimátum de Ramírez y López Buenos Aires.
4 de febrero. El cabildo de Buenos Aires le escribe a Artigas “un nuevo orden de cosas ha sucedido” y agrega que envía una diputación a Ramírez para acordar “los preliminares de un tratado que sea el de la paz, la obra de la fraternidad y el iris deseado de nuestras concordias”
8 de febrero. Vence el ultimátum. López y Ramírez mueven tropas y exigen la desaparición de la figura del Director Supremo y del Consejo. Según Joaquín Pérez, Ramírez y López estaban informados de todo lo que sucedía en Buenos Aires por Sarratea que se comunicaba con Carreras. Sarratea manda por ese conducto los consejos sobre cómo negociar con Buenos Aires, de cuyo poder él mismo se va a apropiar.
8 de febrero. Ramírez en comunicación al Cabildo de Buenos Aires califica a Artigas de “Jefe inmortal”.
9 de febrero. El cabildo se apersonó al Congreso y a Rondeau y les pidió las renuncias. Se convoca un Cabildo para el 16 de febrero.
14 de febrero. Artigas cruza el Uruguay alejándose de la Banda Oriental a lo que cree será administrar la victoria federal.
16 de febrero. Sarratea es elegido nuevo Gobernador de Buenos Aires. Lo logra haciendo conocer que tiene arreglado en los días previos un acuerdo con los vencedores de Cepeda que avanzan sobre Buenos Aires y terminarán atando sus caballos en la propia reja de la pirámide de mayo. La única chance que tuvo Artigas, en realidad, tanto en 1820 como en 1815, fue haber ido él personalmente a Buenos Aires a tomar el poder.
21 de febrero. Llega la noticia del desastre de Tacuarembó. Cambian las condiciones de negociación. Sarratea se da cuenta que Ramírez es más débil puesto que no tiene el poderío de Artigas detrás. Ramírez toma nota de que, si no arregla con Buenos Aires, debe eventualmente proteger a Entre Ríos de Lecor. Sobre él actúan Sarratea y Alvear.
22 de febrero. Artigas le escribe al Cabildo de Corrientes desde Mandisovi en espera esperanzada de la cesión de Buenos Aires a las condiciones que ha establecido y que pasan por declararle la guerra con Brasil: “estoy en espera de los últimos resultados del Sr. Comandante General Ramírez sobre Buenos Aires. Debilitado el eje de esa máquina rotante sobre malignas ideas, todo puede obrarse benéficamente a favor de la libertad de los pueblos”.
23 de febrero. Tratado del Pilar. No se acuerda la guerra al Brasil indicada por Artigas y se desconoce la jefatura misma de Artigas de la Liga Federal. Las cláusulas secretas establecen que Buenos Aires dará dinero, armas y pertrechos a los vencedores, las que Ramírez usará para combatir a Artigas y Carreras para tratar de invadir Chile. En los días siguientes y en marzo se conocen las cláusulas públicas y se debate el contenido del tratado, a mediados de abril trascienden las cláusulas secretas ya que se conoce en Buenos Aires la entrega dinero y armas a los vencedores. Lucio Mansilla, presente en las tratativas del Pilar, cuenta en sus memorias que le preguntó a Ramírez en ese momento que pasaría si Artigas no aceptaba el acuerdo y Ramírez contestó: “lo pelearemos …”
Reyes Abadie, Bruschera y Melogno dicen a propósito de éste convenio: “Ramírez sabía, desde la primera hora, que Artigas rechazaría el Pacto del Pilar y al rechazo seguirían los reproches, la ira, la guerra. Reclamó auxilios de Buenos Aires para enfrentarla….Este fue el tema del tratado secreto del Pilar, cuya existencia no puede hoy desconocerse a la luz de la documentación exhumada sobe el particular por la historiografía rioplatense”.
Fin de febrero. Rivera, rodeado, pacta armisticio para ganar tiempo, según le explica al resto de los gobernadores, y empieza a condiciones que lo pongan en ventaja para cuando se produzca la reanudación de hostilidades. Exige que el Ejército Oriental quede a cargo del norte del Río Negro. Lecor le informa al gobierno portugués de las condiciones de Rivera como “muy arduas” (Relación de comunicaciones oficiales publicadas por el historiador brasileño Alfredo Varela) y el gobierno portugués las rechaza.
27 de febrero. Ramírez a Artigas. Informa que ha convenido “honrosos y convenientes tratados de paz que tengo el honor de incluir a usted para su satisfacción” y agrega “mandaré una persona de toda mi confianza con instrucciones para informar a usted de asuntos del mayor interés, que de ningún modo debe fiarse a la pluma: entre tanto tenga usted la bondad de no concluir su juicio sobre ninguno de los particulares que contiene la Convención”. Como veremos, Ramírez está ganando tiempo mientras se arma contra Artigas.
29 de febrero. Ramírez al Gobernador interino de su provincia, Ricardo López Jordán (su medio hermano). “…procurará entablar relaciones amistosas con el General Rivera, con el Gobernador de Corrientes y con los señores Escobar y Torres manifestándoles la conducta que me propongo seguir y los benéfico que sería a la causa el que decidiese la justicia lo que hasta hoy se ha fiado a las armas envolviendo al país en sangre. Usted conoce las aspiraciones del Gral. Artigas y el partido que tiene en nuestra provincia. Su presencia, aún después de los continuos desgraciados sucesos de la Banda Oriental, podría influir contra la tranquilidad, y traer al país la pasada opresión si al pisar nuestro territorio no se le intimase como ordeno a usted de intimarle, en el caso de hacerlo con fuerza armada, que tiene órdenes terminantes mías para que no pase a la provincia sin mi permiso, y usted las ejecutará rigurosamente usando de las armas si a ellas se opusiese. Pero si viniese solo como un refugiado acuérdele usted toda su protección, siempre siguiendo sus pasos, por si apelase a la intriga, y sin permitir que resida en ninguno de los pueblos hasta que llegando yo a esa pueda dictar mis providencias. Procure usted por cuantos medios aconseje la prudencia conservar en el Ejército los auxiliares de Corrientes, atrayéndolos, pagándolos y haciéndoles ver que se les lleva al sacrificio por una guerra civil, cuando quedando en nuestras banderas todo será paz y trabajar por la verdadera causa. No crea usted que el Coronel Rivera abrace jamás el partido de lo portugueses. Él quiere salir de las dificultades y salvar su provincia a costa de todo sacrificio. ..”
2 de marzo. Rompiendo el armisticio y las negociaciones, Bentos Manuel Ribeiro y Carneiro da Fontoura rodean el campamento de Rivera y exigen la rendición.
2 de marzo. Ramírez a José Miguel Carreras. “…en estos momentos, sin tener recursos ningunos ¿cómo quiere usted que yo me oponga al parecer de Artigas cuando soy solo?. Y él ya debe haber ganado la provincia de Corrientes cómo estoy cierto que la lleva a donde él quiere. Nada digo de Misiones porque son con él. Yo muy anticipadamente hice presente el número de armas que necesitaba para el auxilio de aquella provincia porque advertía todo lo que va a suceder…” (se refiere a las armas que Buenos Aires debe proporcionar según lo pactado en el Pilar y que no debe demorarse).
4 de marzo. Carta de Rivera a Artigas. No se la ha encontrado pero se conoce el tenor porque es mencionada en la carta de Rivera al Gobernador Bustos el siguiente 3 de abril: “instruí al General Artigas para que en virtud del artículo 10 del Tratado del Cuadrilátero, pusiese en uso cuanto mis apuradas circunstancias y las suyas, las que seguramente encontrarían acogida y protección en los pueblos confederados”. En su desesperada situación Rivera debe ser muy diplomático. Solo a Bustos que no ha participado en las negociaciones con Buenos Aires, y que acaba de subir al poder, le menciona que le ha escrito a Artigas. Bustos se había enfrentado en duras batallas esos años con Estanislao López. No le dirá a Ramírez de sus comunicaciones con Artigas en ninguna de las 4 cartas que le envía, 4 de marzo, 4 de abril, 5 de junio y 13 de junio, las primeras dos de un contenido y las segundas dos de otro. Rivera no sabía lo convenido ni pública ni secretamente en el Pilar, pero seguramente sabría que 15 días antes el archienemigo del Federalismo, Sarratea, había sido designado Gobernador de Buenos Aires y, seguramente, que Alvear y Carreras habían pasado antes del Montevideo de Lecor al entorno de Ramírez (más tarde escribiría que Lecor le había dado a Alvear “dinero, armas y municiones”. Ello explica la prudencia con que debe manejarse con éste en las siguientes cartas y que posiblemente le llevan a no nombrar en ella a Artigas.
4 de marzo. Carta de Rivera al Gobernador de Entre Ríos Ramírez. “…Fiaba en la constancia de mis soldados acostumbrados a sufrir. … Habría podido arrancarlos para ese lado (irse a Entre Ríos) con muchas dificultades pero careciendo para sostenerlos y viendo el lamentable estado de esa provincia me desanimé porque puesto en ella era preciso y consiguiente tolerarles licenciosidades demasiado opuestas al orden y a la hospitalidad. Este cúmulo de males me determinó a permanecer en el país a toda costa aguardando que la suerte influyese. No tardé en ser invitado por la Comisión del gobierno de Montevideo para concluir la guerra por una transacción. En su consecuencia celebré una suspensión de armas mientras pudiese transigir directamente con aquel gobierno lo que mas interesase para solidar la paz; propuse varios artículos con el objeto todos de reanimar la opinión general, sofocar los partidos y concentrar la fuerza para con ella ofrecer un paso cierto al Sr. General. Mi fundada esperanza ha desaparecido por la absoluta negativa que ha hecho el Cuerpo Comisionado como lo demuestran los documentos que adjunto, por ellos aparece la felonía que han cometido los portugueses autorizados por los mismos paisanos (rigiendo el armisticio, en plena negociación, los portugueses, con el visto bueno de los orientales del Cabildo de Montevideo, lo sorprenden militarmente y lo obligan a rendirse) Por no abandonar a los infelices que me acompañan he sufrido todo pero sin humillación y manteniendo siempre el orgullo militar a que se agrega el deseo que tengo de observar las miras que se proponen los de Montevideo. Este conocimiento guiará mis pasos con la mayor seguridad en lo sucesivo. Yo estoy informado por conducto cierto que se trata de ganarme por el dinero y las lisonjas. Seguramente no me conocen cuando así piensan. Quiero ver en fin que es lo que desean y de todo le daré circunstanciadamente aviso. Hágame usted la justicia de creer que ahora más que nunca deseo combatir a estos inicuos mucho más tiranos que los españoles” … “y quiero que se digne comunicarme sobre qué bases se ha firmado la paz con Buenos Aires, para mi inteligencia”.
A lo largo de la carta es muy fuertemente crítico con las disidencias entre orientales provocadas por “los de Montevideo”, aunque, probablemente tanteando a Ramírez (a quién le pide noticias sobre lo que se acordó en el Pilar), hay una ambigua frase en que alguien podría implicar no sólo a ellos sino también a Artigas –nosotros creemos que no-, obviamente sin nombrarlo (“pero también créame que quiero que sean precedidas mis fatigas por el orden y no como hasta ahora por la arbitrariedad”).
6 de marzo. Carta de Rivera al Gobernador de Santa Fe, Estanislao López. No se la ha encontrado pero se conoce el tenor porque es mencionada en la carta de Rivera al Gobernador Bustos el siguiente 3 de abril: “avisé a los Gobernadores de Entre Ríos y Santa Fé de mi espinosa situación, para que no se disfrazasen mis sentimientos”. Es decir, explica que dio aviso para que los jefes confederados no vayan a creer que está con los portugueses.
7 de marzo. Carta de Artigas a Ramírez criticándole por el Pilar. Es pensable que hasta esa fecha Artigas no tuviera exacta noción del contenido del convenio en su parte pública. No se ha encontrado la misiva. Acusa recibo de ella Ramírez en su contestación de recién 29 de marzo.
13 de marzo. Carta de Ramírez a Sarratea. Sarratea es Gobernador de Buenos Aires desde el 16 de febrero hasta el 12 de mayo, salvo la semana entre el 6 y 12 de marzo. Cuando va a entregarle armas y dinero a los vencedores de Cepeda es destituido y Ramírez interviene militarmente y lo repone, según cuenta en esta carta. Al día siguiente de esa restitución le manda esta carta donde le pide que duplique lo convenido en el plano material en Pilar (fusiles, sables, quintales de pólvora y de plomo, dinero).
16 de marzo. Segunda carta de Artigas a Ramírez criticándole por el Pilar. No se ha encontrado. Acusa recibo de ella Ramírez en su contestación del 29 de marzo.
16 de marzo. Artigas escribe al Cabildo de Santa Fe criticando el Tratado del Pilar que también ha firmado el Gobernador de Santa Fé: “Jamás pudo presentarse unos resultados más desventajosos al mérito de nuestros afanes y tan disconforme a las ventajas que nos ha brindado la suerte. Yo esperaba que esta vez se pusiera término a la guerra civil, que cesasen las complicaciones con Brasil y que librado el interés de la Nación a las resoluciones de los pueblos se creyese esta garantía en sus propios esfuerzos. Ninguno de estos principios se ha mencionado en la estipulación indicada (los Tratados del Pilar). Todos se hayan paliados y por lo mismo es para mi juicio inconcebible como pueden esperarse felices resultados”.
28 de marzo. Carta de Ramírez a Carreras. “El estado de las cosas en mi provincia no puede ser peor pues Don José Artigas no pasa por lo tratados ni deja de minar la opinión de los habitantes de ella para atraerlos a su partido”… “Por otra parte usted me dice que el armamento está seguro por la combinación de Monteverde y sabe que con esto ya puedo hablar a Artigas como debo”. Ramírez sólo está esperando las armas para enfrentar a Artigas.
29 de marzo. Carta de Ramírez a Artigas. Ramírez se ha tomado tiempo, 22 días, para contestarle a Artigas. Precisaba ese tiempo. “Quedan en mi poder las comunicaciones de usted de 7 y 16 del actual: me han llenado de sorpresa las reflexiones injustas que contienen y me resuelvo a dejar en silencio la contestación porque es preciso usar de un lenguaje que me disgustaría hablar con V. E… Mi conciencia no me acusa de haber dado un solo paso que desmienta mi constante patriotismo ….” … “Si la convención contiene artículos contrarios a los intereses de las Provincias, la Liga, los diputados en próximo Congreso lo declararán, reformando lo que convenga. Pero si encontraren que están fundados en la justicia yo me gloriaré de haber actuado de acuerdo al voto general de los pueblos”
3 de abril. Carta de Rivera al Gobernador de Córdoba, Bustos. (…) “libres como están todos los pueblos, por cuya causa hemos derramado la sangre americana hace más de 5 años, es muy natural que estas recompensas tomen la parte que les corresponde para alejar al tirano que en secreto se lisonjea de la posesión de todo nuestro suelo, el Barón de la Laguna.
Si por mi parte han cesado las hostilidades, no ha sido si no el íntimo conocimiento, quien ha dictado esta injusta pero imperiosa ley, conforme a la peligrosa situación en que me hallé después de las jornadas del Olimar y Tacuarembó. Éstas, sin extinguir el fuego patrio que me devora, me obligaban a mirar con más prudencia la salud general, y mucho más, viendo que las armas, lejos de disimular nuestros males no hacían más que consolidar nuestra esclavitud: tomé los remedios que diera la política.
Sin desistir de los principios que siempre me han animado, de sepultarme más bien sobre las cenizas de la gloria que sobrevivir a los progresos de la tiranía, creí oír la expirante voz de mi patria. Ella me ordenaba no sacrificar inútilmente las últimas fuerzas que, bien dirigidas, la restablecerían a su antiguo esplendor.
Con ese fin, después de haber pasado el General Artigas a la costa norte del Uruguay, vencido y perseguido por las fuerzas portuguesas sobre los indicados puntos, teniendo presente la dificultad de retirarme de la posición que obediente ocupaba y no olvidando al mismo tiempo la defección que nos habían causado las intrigas del General Lecor, manejadas por el Cabildo de Montevideo, entablé con la seductora comisión un armisticio como el único y mejor medio capaz de proporcionarme comunicación con las demás provincias para proseguir la defensa de nuestra libertad. Esta medida del principio fue subseguida por condiciones para el reconocimiento del nuevo gobierno, halagaba mi esperanza, pero pronto fue desvanecida por la felonía usada el 2 de marzo en mi campo de los Tres Árboles.
Todos los documentos que acreditan estos pasos serán presentados a usted por el Sr. Gobernador de Santa Fé, a quién en fecha 6 de marzo pasado se las dirigí, reservándome hacerlo con usted en los momentos que las delicadas circunstancias me lo permitieran.
No pudiendo conseguir la ratificación de las condiciones cuyos fines no se ocultan de usted, avisé a los Gobernadores de Entre Ríos y Santa Fé de mi espinosa situación, para que no se disfrazasen mis sentimientos; instruí al General Artigas para que en virtud del artículo 10 del Tratado del Cuadrilátero, pusiese en uso cuanto mis apuradas circunstancias y las suyas, las que seguramente encontrarían acogida y protección en los pueblos confederados. Esperando, pues, aquél dichoso instante, he tratado de observar la total fuerza de mis enemigos, la extensión de todos sus recursos, los auxilios con que cuentan y los apoyos sobre que descansan; e investigando prolijamente el estado de la opinión del vecindario en Montevideo. Por último he visto y conocido los despreciables instrumentos de que se valen los portugueses para ocultar su míseras miras y para justificarlas a la vista de las naciones que las observan, y en consecuencia, ha sido fácil convencerme de que todo es obra de execrable fracción que vendiendo nuestra libertad compraba su engrandecimiento …” … “Cierto es que los portugueses antes del suceso del 1 de febrero (la batalla de Cepeda) veían con satisfacción la conclusión de su obra, más después vacilantes no aciertan a dirigirse, acaso ya desesperan de poseer este Territorio, todo comprueba esta verdad, y lo patentizan las siguientes reflexiones” … “A la fecha su mejor y más selecta fuerza está cansada de pelear, desean la restitución a sus hogares y como circula en sus venas la sangre americana se avergüenzan demasiado de su anterior conducta, singular contraste debido a las mutaciones del corazón humano y a la simulada paz que nos ha reunido. Todo este tiempo lo he empleado en explicarles nuestros sentimientos escuchando antes el carácter de los individuos con quienes trataba, y si a todos nos anima el sentimiento de libertad, todos la apetecen, a que se agrega la discordia en que viven, sembrada y fomentada por la arrogancia de los portugueses, europeos, estos llenando de oprobios y desperdicios a los americanos, los han exasperado hasta el punto que la columna del Ejército portugués el Sargento Mayor Don Bentos Manuel Ribeiro me ha significado el sentimiento que lo ahogaba por haberme perseguido tantas veces, y yo estoy seguro por sus ofertas de que presentado un pequeño apoyo sobre este Territorio se decidiría por nosotros buscando la condigna satisfacción de sus fatigas en el seno de un gobierno liberal” …“Muchas de estas causas no me eran desconocidas pero por desgracia jamás estuve en estado de hacer la guerra política tan interesante y conveniente a nuestra siempre apurada situación por el torrente de negocios a que se aspiraba. ¿Quién dudará de todo esto al saber que nosotros para triunfar de nuestros tiranos debíamos convertir nuestros esfuerzos a los llanos de Santa Fe? Derrocada la inicua infelicidad era fácil desterrar a los portugueses por el simultáneo empuje que hubieren dado las provincias confederadas”… “No ha sido mejor la conducta de la seductora Comisión porque esta no ha podido satisfacer las esperanzas de los innovadores, ni cumplir las promesas con que se lisonjeó al principio, de que resulta un descontento general en los promotores del nuevo sistema patriótico, título con que se ha engañado a los incautos”… “La opinión más general en todo el vecindario de Montevideo por la expulsión de los portugueses, en la campaña raro será el individuo que no esté altamente resentido y que no se aspire a la venganza. Este cúmulo de ventajas objeto de mi continua imaginación y desvelos hace que me dirija a V. S. para que usando de las omnímodas y altas facultades que hoy ejerce en esa Provincia tome la parte más activa para auxiliarnos y protegernos, como para expresar por medio del diputado de esa provincia los sentimientos de todos los buenos orientales al soberano congreso, quién considerando la materia y sus trascendencias, determinará no dudo la restauración del país” “Nada más apetezco que la libertad de mi amada patria, única objeto de mis desvelos. Para contribuir a tan laudable fin puede contarse con inagotables recursos de boca y con mil y quinientos hombres de caballería que bajo mi dirección derramarán la última gota de su sangre primero que abandonarme. En esta fatal crisis aún me acompañan más de 400 bravos y a mi primera insinuación se presentará la provincia en masa para abrir si fuese necesario un paso a las fuerzas auxiliadoras” “Hoy veo todos elementos dispuestos a cooperar con los deseos de mi lastimada patria: hoy es que nuestra sacrosanta causa marcha majestuosamente a los altos destinos a que es llamada, porque así lo quieren las inmortales provincias confederadas. Nada más falta que mover los poderosos medios colocados por la justicia en manos de usted. Eternice su nombre y sus glorias defendiendo y ayudando a una provincia hermana que tantas veces ha empapado la tierra con su sangre por sostener la verdadera libertad. Deje usted a la posteridad el más brillante documento de un amor patriótico. Que la historia comunique a un mundo ilustrado y libre los esfuerzos de Córdoba cuyo nombre sagrado jamás se repetirá sin admiración” …
Es evidente que Rivera se siente más cómodo comunicándose con Bustos que con Ramírez, de quién no sabe todavía el alcance del Pilar. Hay tres elementos que Rivera confía a Bustos y no confía en ninguna de las dos cartas primeras (las únicas válidas porque reflejan la opinión de un Rivera que no conoce los alcances de la traición de Ramírez).
El primero es que termina la carta refiriéndose con cierta ironía a que “por fin se desenvuelvan los misterios que encierra nuestra carta magna firmada en el Pilar”
En segundo término, en esta carta Rivera le cuenta a Bustos que está tomando nota de que existe una fuerte discordia y entre los brasileños liberales y los portugueses “arrogantes” que sume en “oprobio” a los anteriores. Nace ahí una línea de trabajo en la que Rivera intentará captar para la geopolítica pos-artiguista al republicanismo de Río Grande, lo que jugará un papel central tanto a la hora de la conquista de Las Misiones (1828), como en la derrotada Quíntuple Alianza (Provincia Oriental, Río Grande, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fé, firmado en octubre de1842 en Paysandú, en presencia del Presidente de la República Farrouphila Bentos Goncalvez, el Presidente del Estado Oriental, Fructuoso Rivera y los Gobernadores Pedro Ferré, Juan Pablo López y José María Paz), el proyecto pos artiguista más importante que conoció la región. Lo que Rivera había descubierto, además, era el “liberalismo orgánico”, la masonería, que determinaría que el luego líder farroupilho Bentos Goncalvez –que vivía en Cerro Largo desde 1812- fuere masón (logia Filantropía y Libertad), quién le pidió a Pedro I en el parlamento brasileño la independencia del Brasil, José Clemente Pereira, presidente do Senado da Câmara, fuera masón, que el propio Garibaldi (farroupilho, primero, y oriental después, fuere masón, logia Asilo de Virtud), quién resolviera el tema farroupilho otorgándole autonomías a Río Grande fuera el Barón de Caxías, gran maestre de la masonería del Brasil, y el propio y posterior constructor de la República en Brasil, Mariscal Deodoro da Fonseca también fuera gran maestre de la masonería del Brasil.
En tercer término, Rivera le comenta a Bustos que “consecuente con el voto de pelear por la América, nunca me manché con la idea de desobedecer”. Pero que marcó su opinión contraria a la estrategia desigual de invadir numerosas veces el Brasil pues se debió concentrar el esfuerzo en derrotar a Buenos Aires mucho antes y que la derrota de Buenos Aires hubiese implicado de inmediato que toda la confederación viniera a socorrer a la Banda Oriental.
SI ALGO ES CLARO HASTA AQUÍ ES QUE RIVERA NO ABANDONÓ A ARTIGAS. QUEDÓ EN SU PUESTO QUE “OBEDIENTE OCUPABA” MIENTRAS LOS HECHOS EMPUJABAN A ARTIGAS AL PARAGUAY, AL QUE ENTRÓ, DICIÉNDOLE A ANDRÉS LATORRE QUE LO ESPERARA DEL OTRO LADO DE LA FRONTERA QUE RETORNARÍA. INDISCUTIBLEMENTE RIVERA HABÍA SIDO EL PRINCIPAL JEFE ARTIGUISTA EN LA RESISTENCIA, EL JEFE DEL EJÉRCITO DEL SUR, Y SU MÁS LEAL TENIENTE. TUVO SÍ RIVERA QUE ASUMIR A DERROTA. SE TRATABA DE ESO, DE ADMINISTRAR LA DERROTA.
4 de abril. Carta de Rivera a Ramírez. “Cuando con fecha 6 del pasado comunique a V. la felonía de los portugueses fue en medio de los mayores apuros. Estos no han cesado por la suma desconfianza con que me tratan, yo todo lo sufro y consecuente con los fines que componen la plana mayor del enemigo no por averiguar sus conocidos secretos sino por medir poder y capacidad he tenido que desesperar al ver la absoluta nulidad de los que nos oprimen” … “Todo el conjunto de vicios necesarios para la disolución del ejército portugués existe en su propio seno. No es la prevención ni el amor propio quien forma este juicio. Es la diaria experiencia, la observación imparcial de un ciudadano que desea, anhela y trabaja por la felicidad del país. En vano la malicia y la calumnia se propondrán esta verdad. Diez años de fatigas y penalidades responderán en todo tiempo. No es mi objeto recriminar, es sí el de buscar y solicitar remedios para aliviar a mi consternada patria. Por ella es que estoy sufriendo cosas incompatibles con mi carácter pero necesarias para mi fin. Con mi aproximación a Montevideo he descubierto los miserables instrumentos de que se ha valido Lecor para seducir la sencillez de los habitantes y comprometer su docilidad, pero hoy palpan estos incautos que aquel jefe no es escrupuloso en el cumplimiento de su palabra y si al presente sin mayor seguridad ha corrido el velo a sus detestables intenciones, en lo sucesivo nos impondrá el duro yugo con poca diferencia de los españoles. Esta sola idea basta para electrizarme y para creer que penetrados los ilustres jefes que han roto las cadenas con que fuertemente oprimía Pueyrredón a las provincias romperán también con facilidad las que una ignorante nación está forjando para esclavizarnos. Principie usted… a estimular las demás provincias para que concurran a la obra que inmortalizará su nombre y sin la cual será menguada su gloria. Active usted la pronta declaración de la guerra por Buenos Aires, aquella sola bastará para alejar a nuestros nuevos tiranos … haga presente a todos los pueblos que yo a la cabeza de 1500 hombres de caballería espero sus fraternales auxilios. Suficientes son 2.000 hombres de líneas por un buen jefe para vencer a estos viles mercenarios. Que vengan la multitud de extranjeros que vegetan en Buenos Aires a encontrar patria y recompensas…. El Entre Ríos y Santa Fe están vinculados a esta provincia por deber y naturaleza…. Remueva usted de una vez las dificultades para la pronta destrucción de los portugueses. Aproveche usted de la grande confianza y amor con que honran a usted los pueblos. Vuele usted a este territorio a recoger nuevos laureles. Ellos sean inmarcesibles porque creo que el concurso de ese singular genio lo llevaría hasta el más alto punto de la gloria. No desperdicie usted los instantes. Eternice usted sus triunfos, sus virtudes y su nombre … los portugueses tiemblan al solo discurrir las provincias federadas.” .. “ Instruya al diputado de esa provincia para que haga presente al soberano congreso mis deseos y las razones que tengo….”
Es bien probable que Rivera ya conociese el contenido del Tratado del Pilar. En un pasaje de la carta, sin nombrarlo, puede estar marcando distancia de Artigas, pero se puede estar refiriendo también a Lecor. Como en la anterior carta a Ramírez no nombra a Artigas, aunque un muy breve y muy ambiguo pasaje en cada carta, sin nombrarlo en absoluto, puede llegar a aludirlo. En mi opinión no lo alude.
6 de abril. Carta de Artigas al Cabildo de Corrientes desde Purificación: “Los momentos son los más circunstanciales…Al estado que han llevado los tratados de unión del Sr. Gobernante Ramírez” cita reunión en Avalos
12 de abril. López a Artigas. Defiende el Tratado de Pilar.
14 de abril. Carta de Artigas a Ramírez: “El objeto y los fines de la Convención del Pilar celebrada por usted sin mi autorización ni conocimiento, no han sido otros que confabularse con los enemigos de los pueblos libres para destruir su obra y atacar al Jefe Supremo que ellos se han dado para que los protegiese. Y esto sin hacer mérito de muchos otros pormenores maliciosos que contienen las cláusulas de esa inicua Convención y que prueban la apostasía y la traición de usted. Al ver este atentado no he podido vacilar y he corrido a salvar la provincia entrerriana de la influencia ominosa de usted y de la facción directorial entronizada en Buenos Aires, que ya la destinan a entregarla también al yugo portugués…. Estando íntimamente interesado en que estos pueblos no se anarquicen y caigan en manos del portugués, resolví pasarme a Entre Ríos. Usted ha tenido la insolente avilantez de detener en la Bajada los fusiles que remití a Corrientes. Este acto injustificable es propio solamente de aquel que, habiéndose entregado en cuerpo y alma a la facción de los pueyrredonistas, procura ahora privar de sus armas a los pueblos libres para que no puedan defenderse del portugués. Esta es una de las pruebas más claras de la traición de usted y de la perversidad que se ocultaba en la Convención del Pilar. Y no es menor crimen haber hecho es vil tratado sin haber obligado a Buenos Aires a que declarase la guerra a Portugal y entregase fuerzas suficientes para que el Jefe Supremo y Protector de los pueblos libres pudieses llevar a cabo esa guerra y arrojar del país al enemigo aborrecido que trata de conquistarlo. Esa es la peor y más horrorosa de las traiciones de usted.”
26 de abril. Carta de Ramírez a Carreras. “yo estoy por Don Frutos … ha sido aclamado por toda aquella provincia y es quien actualmente la manda”
4 de mayo. Ramírez a Artigas. No se conoce su tenor. Es aludida en la respuesta de Artigas.
8 de mayo. Artigas a Ramírez. “…Cuando usted marchó sobre Buenos Aires anunció al público en todas su proclamaciones que la combinación oculta del gobierno de Buenos Aires con Corte del Brasil ponía al borde del precipicio las Provincias de Sudamérica. Ellas convencidas se declararon a favor de su libertad. Mi influjo se hacía valer por instantes y todo conducía a sellar el objeto de nuestros afanes. Usted mismo, cuando la oposición de Balcarce, me anunció que tenía en su poder los Tratados secretos celebrados con la Corte del Brasil, y por el cual estas provincias eran entregadas al Conde de Luca o al Infante de Brasil….Es evidente que usted ahora apoya los mismos principios bajo los cuales antes lo creyó enemigo de la causa común….¿Qué no debiera yo haber hecho cuando todo pendía de mi sola resolución y cuando tenía los avisos más fidedignos que el compromiso de usted contra mí era firmado y (era) el nuevo objeto de sus miras …. La última carta de Carreras escrita desde el Paraná a Don Mariano Vera lo confirma. Los doscientos cuarenta fusiles que usted mandó desembarcar en el Paraná es un acto formal de hostilización…. pero ud. ha elegido el choque de las armas y estoy resuelto a resistirlas…en sus resultados conocerá Ud. que es más fácil ceda Artigas al imperio de la razón que al del poder y las circunstancias”.
25 de mayo. Ramírez a Artigas. “…se ha disipado el prestigio y usted es ahora conocido como lo que es en realidad. Su provincia misma ha tenido el heroísmo de repelerlo. La mía lo ha acogido en sus desgracias. Su conducta disimulada y misteriosa y la consecuencia de que me precio son causas de que se le haya dado un asilo que hoy paga con ingratitud y con engreimiento. Usted ataca ahora mi provincia y ha llegado el caso de preguntarle ¿qué especies de poderes tiene usted de los pueblos federados para darles la ley a su antojo, para introducir fuerza armada cuando no se le pide y para intervenir como absoluto en sus menores operaciones internas? ¿Usted es acaso el árbitro soberano en ellos o fue solo uno de los jefes de la Liga? ¿Por qué ha de tenernos en una tutela vergonzosa? Es necesario haber apostatado de la razón para creerse con un discernimiento superior al de los demás pueblos … La provincia de Entre Ríos no se haya en la debilidad que le atribuye usted para encubrir su pasaje del Uruguay cuya barrera no necesita su defensa, ni corre riesgo de ser invadida por los portugueses desde que ellos tienen el mayor interés en dejarla intacta, para acabar la ocupación de la provincia Oriental a la que debió dirigir sus esfuerzos. Es una vergonzosa calumnia esa que usted me levanta de la Convención del Pilar tuviese artículos secretos contra usted para favorecer a los portugueses y llevar adelante la traición de la anterior administración directorial … cuando marché a Buenos Aires anuncié a las provincias que la complicación de aquel gobierno con la Corte del Brasil amenazaba la ruina de su libertad. Usted no solo ha visto los fundamentos de su aserción a este respecto sino que sabe que desapareció la administración que los causaba. Sus empeños con la Corte de Francia sobre el Príncipe de Luca y con la Casa de Braganza se han publicado por la prensa y se ha abierto el juicio a sus autores. Tal vez muy pronto esté a nuestro cargo el condigno castigo de la traición… Por mi parte protesto a usted que son falsos los compromisos que el vulgo dice que firmé en el Pilar contra su persona. Soy honrado y jamás lo hubiera hecho en secreto… ¿Por qué extraña usted que no se declarase la guerra al Portugal? O usted no conoce el estado actual de los pueblos o traiciona sus propios sentimientos. ¿Cuál es la fuerza efectiva y disponible en Buenos Aires y de las demás provincias para emprender nuevas empresas después de la aniquilación a que las condujo una facción horrorosa y atrevida? ¿Qué interés hay en hacer esa guerra ahora mismo y en hacerla abiertamente?¿Cuáles son sus fondos, cuáles sus recursos? ¿Cuál es, en una palabra, su poder para repartir su atención y divertirla del primer objeto que es asegurar el orden interior y consolidar la libertad? ¿O cree usted que por restituirle una provincia que ha perdido han de exponerse todas las demás con inoportunidad? …”
Quién esto escribe se siente muy contrario de los argumentos y de los procederes del personaje histórico de Francisco Ramírez. No se puede dejar de consignar, sin embargo, como en cualquier análisis histórico, los argumentos de la defensa de Ramírez. A partir del Pilar, dicen sus defensores –que le dan a este tratado carácter de antecedente constitucional- se impuso la concepción federal y Buenos Aires, aunque lo intentaría varias veces, no podría derribar ya dicha concepción. Cepeda y el Tratado del Pilar dicen, además, terminó con los proyectos de monarquía constitucional hasta entonces tan protagónicos en la agenda de los líderes de la revolución independentista. También es cierto, por el contrario, que el sacrificio de la Provincia Oriental que en el Pilar se hizo –se postergó dirán ellos- iba a terminar derivando un jalón importante en la construcción de un Estado autónomo oriental. Como el acuerdo de los porteños con los españoles antes había generado el Éxodo, o como el acuerdo de los “pueyrredones”, como decía Artigas, con los portugueses había provocado la declaración de independencia de la Provincia Oriental por el propio Artigas. Empero la alianza con el centralismo porteño, sostienen, salvó a la mesopotamia argentina de caer dominada por la invasión lusitana. Lo cierto, agregan, es que a las provincias de Santa Fe y de Entre Ríos (y luego Corrientes) no les quedaba otra opción que firmar o ser anexadas por el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve. Había que elegir, finalizan, entre la guerra con Artigas o la guerra con Portugal. El proyecto pos artiguista de Ramírez es la República de Entre Ríos (unía Entre Ríos, Corrientes y Misiones) para la cual dictará, en setiembre de 1820, un reglamento constitucional.
31 de mayo. Ramírez le escribe a Rivera. No se conoce la carta. Acusará recibo de ella Rivera y por ello contestará el 13 de junio. Según el tenor de la respuesta de Rivera, Ramírez –en la antesala de la guerra contra Artigas- le pedía a Rivera que se involucrara en ella, asunto que desvelaba de preocupación a Ramírez, esos días próximos a unas hostilidades que se iniciarían quince días después de enviada la misiva a Rivera. La presión para atraer a Rivera la había ordenado Ramírez seis días después del Tratado del Pilar, cien días antes, a través de su Gobernador interino. La respuesta de Rivera es una diplomática negativa con un texto exhibible a Lecor, a quién finalmente, Rivera sabía le llegaría su respuesta, dada las relaciones Ramírez-Lecor, una vez que Ramírez se convirtió en el Pilar en instrumento de Buenos Aires contra Artigas.
5 de junio. Rivera pedía a Ramírez el 4 de marzo que le enviara las condiciones del Tratado de Pilar. El 3 de abril le comentaba a Bustos sobre cuando “por fin se desenvuelvan los misterios” del mencionado convenio, es decir, ya estaba en el tema de las cláusulas secretas del mismo. En junio está todo claro lo de la defección de Ramírez. Rivera tuvo que tomar dura nota que la Provincia oriental no iba a ser salvada por el resto de las Provincias. Ellas habían pagado su paz con el precio de la libertad oriental. Que Ramírez es un aliado de Buenos Aires en preparativos de guerra contra Artigas. De un Buenos Aires en comunicación con Lecor.
Ya no sólo estaba en juego el republicanismo, el federalismo (la autonomía de esta Banda), la libertad, la vida: estaba en juego el futuro colectivo de nuestra gente (lo que Rivera llamó en algún momento “la masa de sangre”). Y todo ello, sabía Rivera, dependía de su sabiduría y de su habilidad. Así eran las cosas y punto. Prudencia, paciencia, ir preparando a la gente para el momento preciso –ahora bien distante-, soportar esos tiempos de falsas realidades y vanidades. Y de golpe, el principal responsable de la catástrofe, Ramírez, lo apreta para ir contra Artigas. Rivera zafa. Como puede.
Esta y la siguiente son cartas conceptualmente en todo opuestas a lo que se ha visto que era el pensamiento de Rivera en las cartas previas, además de no haber sido escritas éstas de puño y letra de Rivera. Para empezar Rivera hace de cuenta que no le escribió a Ramírez antes y le cuenta nuevamente todo el episodio del armisticio de febrero y la rendición de marzo. El centro de la epístola transmite un pedido a Ramírez de devolución de prisioneros brasileños que le pide que haga Lecor. Así como un pedido de Lecor de restablecimiento de lazos comerciales. Eso es la carta. Hace el relato de la mediación del Cabildo de Montevideo en términos inverosímiles para Ramírez, a quién le ha hecho el verdadero relato, Cabildo al que presenta ahora con “sanos motivos” … “digno de recomendación y merecimiento”, cuando hemos visto que a su juicio son gentes que han traicionado a la patria en su provecho particular. Ahora todo es felicidad “se ha innovado la infeliz situación de la patria”. La acción de Rivera es sospechada y vigilada por los portugueses y le contesta a Ramírez con un mandado de Lecor, que presumiblemente este leyera antes de ser enviado. Debe hacer una alusión contra Artigas. No parece haber convencido a nadie. Pues debe escribir otra carta a la semana siguiente.
13 de Junio. Al pedido de involucramiento de Rivera en la guerra contra Artigas le contesta diplomáticamente que debe obtener “un permiso especial del cuerpo representativo de la Provincia”, permiso que obviamente nunca fue tramitado. Es una negativa, pues basta con quererlo para que a todos –porteños, Ramírez, portugueses, clase acomodada montevideana- les convenga que Rivera se lance contra Artigas. Evidentemente esta carta también está escrita para ser conocida por los portugueses, antes y después de enviarla, pues expresa que Lecor, una vez puesto en conocimiento de la carta que Rivera recibiera de Ramírez, le contesto que “(Lecor) había sido enviado por su majestad para proteger las legítimas autoridades, haciendo la guerra a los anarquistas, en la caso considera a Artigas, como autoridad legítima de la Provincia de Entre Ríos a usted”. Le informa algo que Ramírez sabe de memoria, tan de memoria que se lo ha dicho a Artigas, según se ha visto antes, que Entre Ríos ya no corre ningún peligro.
Es increíble, sin embargo, que lo que fue en realidad una negativa a combatir contra Artigas se interprete como ¡un intento de asesinato!. Así se le suministró al periodista de la República y así –más floripondios y trompetas- lo reprodujo. Si Rivera hubiera querido hubiera participado de la campaña contra Artigas hemos dicho. En una lógica que no se puede entender también lo afirma el propio desinformador de La República cuando envía, un par de días después de publicada la nota, una carta a Radio El Espectador queriendo rectificar unos conceptos de la Prof. Ana Ribeiro. Dice: “Leyendo lo explícito de la nota se desprende que Rivera quería realmente pasar a Entre Ríos a ultimar a Artigas apenas se le diera permiso. Y si bien tenía a su cargo una tropa de mayoría de orientales, el ‘Regimiento de Dragones de la Unión’, donde posteriormente también revistaría Lavalleja, no quiere decir que Rivera fuera a luchar contra Artigas con orientales. Es sabido que como dice la carta del día 13 era interés de Lecor auxiliar a Ramírez, por lo tanto lo más razonable habría sido que Rivera invadiera Entre Ríos con soldados portugueses de los que había miles”. LO IMPORTANTE ES QUE NO LO HIZO, PESE A TODAS LAS PRESIONES. SI TODOS QUERÍAN ¿POR QUÉ NO FUE? ES CLARO QUE EL NO QUERÍA. SE NEGÓ EN LOS HECHOS A IR CONTRA ARTIGAS. Luego se le da –en la apoteosis y frenesí de la teoría conspirativa de la historia- al planteo retórico de terminar o concluir con Artigas, en las expresiones de la carta «acabar” o “ultimar” con Artigas, el alcance de proponerse como mano asesina o sicario y transformar todo en un “quiso matar a Artigas, etc.”. En el documento en que justamente se valió de la retórica para no participar en la lucha contra Artigas.
Dice Lincoln Maiztegui, reconocido historiador nacionalista, comentando el sabado 29 de setiembre este asunto en El Observador: “Lo de “aniquilar” o “ultimar” a Artigas, no son —obviamente— expresiones literales. Se trataba de liquidar su influencia, que —por otra parte— ya estaba francamente disminuida”
Maiztegui comparte, en su nota, también lo que venimos de decir que en la carta de lo que en verdad se trata es de que Rivera se niega en los hechos a participar de actividad alguna contra Artigas: “Tanto no había otra cosa que en la misma misiva afirma que debería pedir permiso para actuar, abriendo así una escapatoria. La prueba está que, en los hechos, nunca gestionó esa autorización y no participó de ninguna persecución a su viejo jefe. Al revés, como ya se ha señalado, mantuvo un sentimiento que le llevó a procurar su retorno para homenajearlo como prócer de la libertad que fue”
La Prof. Ana Ribeiro ha dicho, también, en radio El Espectador (25/09/07), que lo que ella ve en la carta son dos pretextos de Rivera para no ir a una campaña en la que lo apuran.
Maiztegui señala además que Lavalleja y Otorgués aceptarán la estrategia de Rivera y se incorporarán a sus fuerzas (así como Manuel Lavalleja, digo yo, u Oribe que es nombrado de inmediato Oficial por el Cabildo): “Importa señalar, además, que tanto Otorgués como Juan Antonio Lavalleja también aceptan la situación y reciben grados militares de los circunstanciales dominadores. Estos, por cierto, no confiaban demasiado en los jefes orientales, especialmente en Rivera, a quien reconocían como eje de la situación pero a quien vivían espiando, por temor a una volcada que pudiera ser decisiva (como lo fue en 1825, cuando apoya a Lavalleja en su Cruzada). La desconfianza lusitana tenía fundamento porque son innumerables los testimonios, realmente innumerables, que demostraban que ese reconocimiento a la dominación norteña era totalmente circunstancial …Nuestro prócer máximo nunca propuso ese final, pues vivió y murió soñando con el federalismo, y de sus seguidores, no hay duda que quien más luchó por la independencia fue Fructuoso Rivera. Le podrán reprochar lo que quieran —como lo hacen— pero que quien preservó siempre la idea y pasión de nuestra autonomía fue Don Frutos. Como tampoco nadie podrá negarle que así se lo reconoció la gente, erigiéndolo como el caudillo de mayor resonancia popular y nuestro primer Presidente constitucional”.
TAN EVIDENTE FUE PARA EL PAÍS LA VOLUNTAD DE RIVERA QUE NADIE EN VIDA LE ACUSÓ DE RENEGAR DE ARTIGAS. Por el contrario, su conducta en todos esos años difíciles en que debió guiar al país le valieron que por 27 votos contra 5 de Lavalleja, la Asamblea General le eligiera primer presidente constitucional del país.
Así describe su acción bajo el dominio portugués el propio Rivera en unas notas biográficas: “sólo se cuidó de hacer menos terribles sus desgracias, interponiendo su influjo para con los opresores y aprovechándose de él para romper algún día la cadena … para proteger a sus paisanos en la desgracia”… “organizar cautelosamente un partido patriota, que a su vez obrase la libertad de la Provincia” Notas biográficas del Gral. Don Fructuoso Rivera, 1816-1826”, “Boletín histórico”, Números 104 y 105, 1965, Estado Mayor General del Ejército. O, como le escribiera Lavalleja a Rivera el 27 de setiembre de 1829, “su política ha sido la de gambetearles a los portugueses”
Cuando después de la Cruzada Libertadora de 1825 la Argentina se incorporara a la lucha y apareciese de nuevo Alvear, primero como Ministro de Guerra de Rivadavia y luego como Jefe del Ejército de las Provincias Unidas y Rivera comenzara a tener problemas con los argentinos (se opuso a la disolución de la fuerza armada de la Provincia, los Dragones), Alvear lo declara traidor. Los mismos adversarios siempre.
Se había tratado de “Sacar partido de nuestra misma esclavitud para en tiempo oportuno darle al país su libertad que había perdido y con ella mucha sangre vertida y arruinada” escribe Rivera el 19 de setiembre de 1826, camino a su refugio en Santa Fé, dónde armaría la decisiva conquista de Las Misiones orientales, en una carta a su amigo y confidente Julián de Gregorio Espinosa, quejándose por los cargos que le ha hecho Alvear desde el gobierno (esos días ha escrito, también, “no aparece como traidor Alvear que se complotó con el General Lecor, recibió de él dinero, armas y municiones, trajo la guerra de desolación y espanto contra el mismo pueblo de Buenos Aires, se complotó con los bárbaros que hasta ahora oprimen cruelmente a la campaña de esa capital”):
“…a menos que sea un crimen de alta traición el haber peleado con los españoles desde el año 10 y haber sido yo uno de los primeros orientales con los que se contó para la insurrección de aquella provincia contra los tiranos españoles que oprimían estos países.
Tal vez sea un crimen en haber consumido en esa guerra una fortuna grandiosa que habían adquirido mis padres con el sudor de su rostro y la ayuda de mi brazo y el de mis hermanos.
Pudiera ser también un crimen el haber visto padecer en los más crueles calabozos de Montevideo, cargado de grillos, procesado y sentenciado por tres veces a morir en una horca por traidor, él y sus hijos, de la Corona de su Majestad Católica, a un padre de una edad de más de 70 años y que la rendición de Montevideo por las tropas que mandaba el General Alvear le facilitaron la libertad que no disfrutaba en tres años.
Habrá sido un crimen el haber dejado correrme con la voluntad de el país que me vio nacer en las desgraciadas revoluciones y guerras civiles del año quince en que era yo un oficial subalterno a las órdenes de Don José Artigas y que entonces hice lo que hicieron los demás orientales….
Pudiera ser un crimen de alta traición el haberme batido incesante desde el año 16 con los portugueses y sostener 5 años de una guerra superior a nuestros esfuerzos, y en este tiempo pisar muchas veces la sangre de los tiranos injustos invasores, perder un hermano, ver derramar la sangre de otro y verlo sufrir una prisión de tres años, así como innumerables de mis mejores amigos, unos muertos en los campos de batalla, otros prisioneros. Sufriendo toda clase de martirios, asimismo, ver con frente serena robar por tres veces a mi cara esposa, verla fugar a los montes a pie llena de espanto, por no caer presa en manos de los enemigos que no se paraban en medios para hacernos sentir todo el furor de su tiranismo y opresión atropellando los derechos más sagrados de la guerra sin mirar la respetabilidad de sexo bello: es verdad que a mi esposa no le sería extraño el ser presa y conducida a la ciudadela de Montevideo como lo fueron por los portugueses las dignas señoras de Don José Llupes, la del Coronel Don Julián Laguna, la de Comandante Don Juan José Florencio, la del Capitán Don Lorenzo Medina y la del ciudadano Don José Antonio Ramírez y mi señora escapó en esta reñida jornada (en) ancas del Gobernador Suárez, su compadre y buen amigo, que la ocultó en los montes como un criminal. Cito esto amigo porque lo creo del caso y porque he dicho que a mi señora no le sería extraña una prisión porque en el año 15 ya lo había sido y conducida con una escolta a el fuerte de Montevideo y de allí depositada dos meses en casa de las señoras Navias.
Podrá ser mi amigo un crimen de alta traición el haber sucumbido al fuerte poder de los portugueses que nos esclavizaron 5 años y este tiempo haber sufrido todos los martirios que proporciona un tirano que triunfa; haber luchado contra la expertesa y vigilancia de los dominantes. Sacar partido de nuestra misma esclavitud para en tiempo oportuno darle al país su libertad que había perdido y con ella mucha sangre vertida y arruinada, casi a los bordes, una riqueza incomparable.
Podrá ser un crimen el haber tomado parte con los americanos brasileros contra los portugueses, hacer que se dividieran y ser yo la principal parte en que se rompieses las hostilidades sobre la línea de Montevideo. Influí en cuanto me fuese posible para que se engendrase entre ambos partidos un odio implacable que subsiste.
Podrá ser un crimen el no haber tomado parte en los pasos que dio el cabildo de Montevideo asociado con el General portugués Don Alvaro en el año 23 -para mi eso era complicado, el país no estaba conforme en lo general porque mis paisanos no quieren sino patria neta- a más yo veía para mi que no era oportuno en circunstancias que el Brasil estaba todo él en fuego por una causa que la generalidad estaba empeñada. Que nuestro país estaba en suma desgracia, que estaba sin brazos porque la flor de sus habitantes guerreros habían perecido en la guerra contra los portugueses…
Puede ser mi caro amigo que haya sido crimen de alta traición que a la pasada del General Lavalleja a la Banda Oriental en el año 25, yo me aviniese con él, pusiésemos en planta un plan que habíamos convenido mucho antes del desenrollo del Brasil y que no había tenido efecto por acasos que suceden, pero que yo le había seguido y esperaba una oportunidad.
Puede ser un crimen de alta traición la parte que en consorcio de aquel héroe tomé desde el día que nos dimos las manos en la barra de Monzón, en El Perdido, Arroyo Grande, hasta la Batalla del Sarandí…”
Días después, dice Rivera en una carta enviada el 3 de octubre de 1826 ya desde Santa Fé: «pero, amigo, lo que puede la ignorancia o la ingratitud y mala fe, no pierden estos miserables un solo momento de hacerme aparecer como traidor, la puta que los parió, traidor les he de dar yo si se descuidan»
Ramón Masini, miembro de los “Caballeros Orientales” y luego oribista, en “Rivera y la constitución de la República Oriental del Uruguay” (citado por Marta Canessa “Rivera, un oriental liso y llano”, dice: “No es cierto el cargo de que se le acusa de haber hecho traición a Artigas, después de haberle servido con celo, y cuando lo vio abandonado por la fortuna. Entonces hizo un gran servicio a su patria, cesando de oponer una resistencia inútil y sin ningún objeto laudable a los portugueses, y no merece culpársele por haber cedido al voto de todas las personas, que en la ciudad representaban al partido patriota, de cuyos miembros se componía la municipalidad, a la cual se debe todo el honor o vituperio de esa negociación”
Comenta Brito del Pino, en el mismo texto en que revela que Rivera llevaba el Contrato Social de Rousseau metido en el apero, que vivió aquellos años al lado de Rivera, “sobre los hombres que lo atacan injustamente ya por poca ilustración, ya por malicia o ingratitud, ya no recuerdan que él quedó combatiendo con 300 hombres en la Provincia y que ellos (los que lo atacan), por patriotas, sin duda, la abandonaron y se fueron a diferentes partes. ¿Qué hubiera sido de la Provincia, si él, en el último caso no hubiera sabido sacar ventajas de la cruel situación haciéndoles creer (a los imperialistas) que seguía sus ideas para estar así en actitud de evitar la devastación del país y la persecución y ruina de sus habitantes?”
El fin de Artigas
15 de Junio. Artigas invade Entre Ríos y triunfa en Las Guachas.
24 de junio. Artigas es derrotado en Las Tunas. En esta batalla, que dio vuelta el signo de la guerra, fue decisivo el papel de las fuerzas porteñas dirigidas por Lucio Norberto Mansilla, casado con una hermana de Juan Manuel de Rosas, padre de Lucio V. Mansilla, casado también con una prima Rosas.
El artiguistas (por unas semanas) Francisco Sity gana en Arroyo Grande, pero son vencidos José López en Gualeguy, Perú Cutí en Yuquerí y Matías Barú en Mandisoví. Se desarma la fuerza artiguista
28 de junio. Gregorio Piris, segundo de Ramírez en Cepeda, vence a Artigas en Las Osamentas, Artigas se escapa por el monte.
29 de junio. Artigas junta 200 hombres en 24 horas y es vuelto a derrotar en María Grande. Cae preso Monterroso.
30 de julio. Es derrotado Pedro Campbell en la boca del Río Corrientes.
30 de julio. Artigas ha reunido nuevamente 500 hombres y es derrotado, por octava vez en esta campaña, en Cambay
5 de setiembre. Artigas se interna en el Paraguay.
22 de setiembre. Ramírez a José Gaspar Rodríguez de Francia. “… Recuerdo a usted la necesidad de la persona de Artigas para que responda en juicio público a las provincias federales de los cargos que justamente deben hacerle por suponérsele a él la causa y origen de todos los males de la América del Sur. Por estas poderosas razones y otras que omito espero que usted me remito a dicho Artigas pues tengo noticias muy fundadas –como lo verá usted por el parte original que adjunto- de haberse refugiado o hallarse preso en esa de su mando”. Es obvio que iban por la vida de Artigas. Antes de un año, sin embargo, Ramírez y Carreras habrían sido ejecutados. En las décadas siguientes, Sarratea y Alvear serían embajadores de Rosas, quién ofrecería un lugar a Artigas que este rechazaría.
Pocos meses después del Tratado del Pilar, un Juan Manuel de Rosas inicial empezaría a actuar en un porteñismo de discurso federal, de modo que Buenos Aires establecería un acuerdo con Santa Fe y Córdoba. Bustos el Gobernador de Córdoba (con el que más se explaya Rivera en las cartas arriba expuestas) fue un decisivo factor anti-Ramírez. Ramírez se enfrenta por las armas a la nueva alianza, fracasa –fundamentalmente porque le resta en los momentos decisivos su apoyo Lucio Norberto Mansilla (quién le había hecho vencer a Artigas le hace ser vencido por López)- y Ramírez es muerto en julio de 1821 y su cabeza decapitada es exhibida por Estanislao López en Santa Fe. En la misma campaña, pero en Mendoza, fue capturado en batalla por gente afecta a Bustos y ejecutado en setiembre de 1821 José Miguel Carreras. Su cuerpo fue descuartizado por soldados argentinos y su cabeza fue puesta adentro de una jaula.
Después de año XX.
Internado Artigas en el Paraguay, Rivera se hace cargo de los hijos de Artigas. De José María, el hijo legal de Artigas con su prima y esposa Rafaela Villagrán, quien tenía 13 años y de Santiago, hijo de Artigas con Melchora Cuenca, que a la sazón tenía 3 años. Bernardina fue a hablar con Melchora Cuenca, al irse Artigas, a ofrecerle criar a la otra hija de Artigas, a María de un año, pero Melchora prefirió criarla ella en medio de sus dificultades y necesidades personales.
José María se incorporó a las luchas patriotas en 1826, con 20 años, pero no pudo soportar la incorporación a la lucha de la fuerzas de Buenos Aires (1 de enero de 1826), deponiendo las armas y pasando a vivir a Montevideo (Manuel Oribe a Lavalleja, 22 de enero de 1826, «El Alférez Don José M. Artigas, del Cuerpo de Dragones de la Unión, que se ha pasado a la plaza...»). El tema Buenos Aires nunca fue fácil. Llegó luego hasta Coronel del Ejército nacional, cargo que detentaba al morir a los 41 años, habiendo visitado a su padre en el Paraguay un año antes. Dejó descendencia de su matrimonio con la hermana de Isidoro de María.
Santiago se casó a los 20 años y sirvió con Rivera en Cagancha e India Muerta. Coronel del Ejército de la Defensa de Montevideo pasó de Salto –cuando éste cayó en manos de Oribe en 1847- a Concordia donde murió en 1861 siendo el Comandante General de esa ciudad. A él se refiere Rivera, después de la derrota de Arroyo Grande, cuando le escribe a Bernardina: Santa Lucía chica, febrero 15 de 1843. “(…) PD. el día que persiguieron a nuestra vanguardia le quitaron el poncho a mi compadre Blanco, hoy tuve que mandarle la capa y me he quedado con el ponchito pequeño que tengo. Mieres está sin poncho, Fausto Aguilar también, así es que importa que hagas decir a Don Pedro Oneti que me mande por Centurión 6 ponchos de paño buenos como para jefes, entre los cuales uno para mí que sea bueno y una capita ligera porque, como te indico, la que tenía se la mandé a Blanco. Trompetas, se hacen correr y pierden el poncho. Ojalá que todos fueran como nuestro hijo Santiago que dejó empeñadas sus prendas en poder de Urquiza y yo que dejé las mías en poder de Servando, a quien ando moliendo hace días porque me las devuelva y el pillo se excusa alegando que yo las dejé abandonadas en el Arroyo Grande”.
Ingresado al Paraguay, Artigas es recluido en un convento, el Dictador Francia se niega a verlo, y es, luego, trasladado a San Isidro de Curuguaty donde permanece 20 años, hasta la muerte Francia en 1840. En ese momento se le encarcela durante seis meses –tiene ya 77 años cuando es liberado- y luego autorizado, si era su deseo, volver a su patria. Cuando Artigas queda libre, en 1841, Rivera entonces Presidente, en acuerdo con su Ministro Gral. Enrique Martínez, resuelven invitar a Artigas a volver a la patria “en los goces que obtuvo por sus servicios distinguidos en la causa de su Independencia”. Para ellos se envía una misión al Paraguay con la invitación. Artigas, anciano, prefiere quedarse en Paraguay salvo, explica, que el gobierno de ese país dispusiera otra cosa.
Antes Rivera ha enviado una carta a Artigas, todavía bajo la cerrada dictadura de Francia, carta que por las circunstancias paraguayas de censura de la correspondencia sólo puede tener referencias familiares. Así dice: “11 de enero 1839. Mi compadre y amigo: la primera vez que se me presenta una oportunidad de dirigir a usted noticias mías después de 18 años y podérselas dar de su familia y de la mía. Su hijo Don José María está casado ya con hijos, está en el Ejército permanente en la clase de Teniente Coronel. Siempre ha estado a mi lado. Pocos han fallecido de sus parientes. Después del fallecimiento de su hermano Don Manuel sólo se cuenta el de Don Antoñito Pereira que murió hace dos meses a los ochenta y más años. Don Manuel Villagrán está bueno así como todos sus sobrinos. De mi familia existen pocos. Murió el año 25 mi padre, existe muy anciana mi madre. Su comadre Narcisa murió el año 28, el año 32 murió mi hermano Bernabé, dejó dos hijos, había salido importante, había adquirido capacidad y desenvuelto a los 22 años aptitudes no comunes. Los charrúas lo mataron en un encuentro de estas tribus, ya no existen sino uno que otro en los pueblos. Mi hermana Ignacia murió el año 21, dejó dos niñas y un niño. Su marido, el catalán, murió el año 31. Esta carta va dirigida al Excelentísimo Señor Supremo Director y ojalá que usted pudiese escribir a José María, y a doña Polonia, que todavía se conserva fuerte, y Gabriel Pereira, su sobrino, y Velasco, así como sus hermanas Eulogia y Mariquita. Mi señora, su comadre, así como mi hermana Teodora y Agustina le saludan afectuosamente. Así mismo lo hace mi madre que siempre se está acordando de usted. Su comadre no ha tenido hijos pero se ha ocupado en criar huérfanos que mucho le placen y le distraen. Le saluda afectuosamente su compadre y amigo que BSM, Fructuoso Rivera. Pd.: el Gral. Rondeau está bueno”
En 1845 Artigas pasaría a vivir en las afueras de Asunción, en la casa veraniega de Carlos Antonio López, el Presidente entonces de ese país. Es evidente que en algún momento de esos años había conocido a López, quién le había tomado el cariño suficiente como para llevarlo a vivir a su casa. Es allí que le visita, al año siguiente, su hijo José María, también José María Paz, Francisco Javier Bravo, que fuera secretario de Rivera y otras personas. Allí, muere, en setiembre de 1850, de 86 años.
Siendo Presidente Constitucional de la República el principal discípulo de Fructuoso Rivera, Venancio Flores, éste dispuso con éxito que se gestionase en Paraguay la repatriación de los restos de Artigas que había muerto cuatro años antes. El padre de Venancio Flores, Felipe Flores, era compadre de Artigas y a él Artigas le había encomendado alguno de los trabajos que hubo que tener con Rosalía Villagrán, esposa y prima de Artigas. Venancio Flores conocía entonces a Artigas por referencias familiares y por los relatos del campamento de Rivera, entre otros seguramente, pero tenía tan sólo 12 años cuando Artigas salió definitivamente del país. El “riverismo” determinó, en suma, que Artigas fuera uno de los héroes cuyos restos fueron más rápidamente repatriados.
Rivera como expresión del legado del artiguismo.
El proyecto geopolítico pos artiguista más natural debía de prescindir de Buenos Aires –preocupación desde la instrucción 19 de las Instrucciones del Año XIII que declara que Buenos Aires no puede ser la Capital- cuyo centralismo y falta de republicanismo ha hundido al artiguismo. Habiendo trabado relación y conocimiento con los republicanos y masones riograndenses –empezando por Bentos Goncalvez, primer Presidente de la República Farroupilha de Río Grande (bastante antes de había proclamado la República de Pernambuco y después la República de Santa Catalina, todas absorbidas)- Rivera concebía una unidad territorial al norte y sin la provincia de Buenos Aires, una República que incluye hasta estas siete provincias: Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Misiones Orientales (también reclamadas en las Instrucciones el Año III), Río Grande, Santa Fé y Córdoba. No era otra cosa que la Liga Federal hecha República y extendida al republicanismo “gaúcho”. Es lógico. La Liga Federal había perdido contra Buenos Aires y se precisaba un republicanismo más fuerte y extendido para enfrentarla.
Es en ese marco que Rivera concebía la nueva revolución oriental que sólo era posible con él, tema en el que coinciden todos los autores. Cuenta Adolfo Saldías que, antes de la Cruzada Libertadora, a nombre de quienes financiaron la misma (los hermanos de Anchorena y otros), Juan Manuel de Rosas “pasó a Entre Ríos, donde visitó otros campos, y con el mismo pretexto pasó a la Banda Oriental. Aquí se puso al habla con el coronel Fructuoso Rivera, antiguo conocido de la casa de Ezcurra (la familia de la esposa de Rosas), y para quien llevaba carta del mismo Lavalleja…” Rosas posteriormente contó que Rivera le contestó que “participaba de las miras patrióticas que agitaba el espíritu de las multitudes”. Los historiadores Alfredo Varela (brasileño), Víctor Arreguine y Santiago Bollo, entre muchos otros, en sus respectivas obras, refieren la mencionada combinación Lavalleja-Rivera a través de Rosas jóven, Lecocq o Cullén. O los historiadores Eduardo Acevedo (testimonio de John Armitage) o Luis Carve (testimonio de Andrés Lamas)
Rivera le escribe a Lecocq a fines del año 24 diciéndole que apure las faenas de campo porque pronto va a lanzarse un movimiento revolucionario y le cuenta la conexión con el republicanismo riograndense y del litoral argentino. “Apúrense, escribía Lecocq a sus amigos de Buenos Aires, porque Rivera va a lanzarse unido a los jefes de Río Grande y les ganará de mano«.
Es por ello que cuanto Lavalleja se lanza –en opinión de Rivera sin plan alguno, con demasiado compromiso con Buenos Aires y con apresuramiento- Rivera apoya un plan diferente al más genuino de él. Discreparán lógicamente, entonces, cuando Rivera desestanque la guerra, tres años después, e invada y conquiste Las Misiones Orientales. Las comunicaciones brasileñas reflejan el pánico que entró en esas fuerzas respecto de qué Rivera siguiera a Porto Alegre (era el objetivo expreso de Rivera y el miedo expreso de los brasileños). Ponsomby tenía arreglado con Trápani –el hombre que manejaba a Lavalleja- la independencia del Estado Oriental y hasta sus fronteras en el Cuareim. Rivera no puede creer que se lo detenga –de vuelta Buenos Aires poco republicana no quiere profundizar el conflicto- y el acuerdo obliga no sólo a entregar las Misiones sino entregar la zona entre el Ibicuy y el actual límite norte del país, el Cuareim. Rivera incluso recibe órdenes de entregar hasta el Arapey (esto es el actual Departamento de Artigas) y se tranca, acampa a la gente en lo que hoy es Bella Unión y funda ese pueblo.
Cuando Rivera se suma en carácter de co-Jefe a la revolución de 1825, salen las cartas a la gente de todo el país: “De acuerdo a lo convenido ha llegado la hora de libertar la Patria”; “La Patria pide hoy los esfuerzos de sus hijos, sabe usted mis sentimientos”; “ahora ha llegado la época de hacer libre para siempre nuestra cara Patria”.
Diversos historiadores sostienen que hubo correspondencia entre Rivera y Lavalleja el mes antes de la invasión (durante marzo de 1825), así como la comunicación de es mismo mes de Rivera a los Cabildos para que los componentes del Regimiento de Dragones fueran exclusivamente Orientales
Es así que muy rápidamente se extiende la revolución. Lo dice así el partidario de Lecor, Nicolás de Herrera: “Fructuoso estaba de acuerdo con los enemigos y usando de las más negra perfidia, iba desarmando los destacamentos portugueses, que este hombre, (Lecor) le mandaba con una confianza pueril; y a estas horas tiene usted a la Patria mandando en toda la Provincia, hasta el Río Negro”.
Así comentan la situación los ingleses en abril de 1828, según el informe de abril de Ministro Plenipotenciario inglés en Río de Janeiro al Secretario de Relaciones Exteriores en Londres: “Excelentísimo señor: en mi despacho Número 7 del año que corre, mencioné a Vuestra Excelencia que había un partido naciente en la Banda Oriental que, encabezado por un hombre de gran influencia, era probable que se pusiera en oposición de Lavalleja. La verdad de esto ha sido confirmada por los hechos, pues el 29 de febrero Don Fructuoso Rivera llegó al Durazno con un número considerable de partidarios y ha marchado posteriormente hacia el Rincón de las Gallinas que es tal vez la posición militar más fuerte que pueda tomarse en la Provincia Oriental, sobre la confluencia de los ríos Uruguay y Negro ..se supone generalmente que su objeto es el de libertar a la Banda Oriental del dominio de ambos rivales y que se manejará sólo, pues se le reconoce mucha de la energía desplegada anteriormente por Artigas e igual popularidad que la de ese jefe”.
Producida la revolución ella se estanca por la irresolución de los jefes porteños. El plan de los “Caballeros Orientales”, de Oribe, en el que se había envuelto a un Lavalleja que fue siempre muy confuso, era la reconstrucción del Virreinato del Río de la Plata, fuera en extensión, fuera en el centralismo porteño. El Estado Oriental es pues el resultado de esos dos proyectos en pugna. Brasil prefirió perder la Cisplatina que correr el riesgo de que el republicanismo oriental se extendiera, Buenos Aires prefirió perder a la Provincia Oriental antes que el republicanismo oriental le capturara mediante nuevas secesiones en el resto de las provincias bañadas por el Uruguay o el Paraná. Cómo se verá detrás del enfrentamiento oriental-porteño se escondía un enfrentamiento republicanos versus autoritarios. Rosas encarnará la más centralista de las reconstrucciones virreinales, en lo que Juan José Sebreli le endilgado con acierto “un reaccionarismo godo (así se le decía a los españoles)”.
El proyecto de Rivera que los historiadores brasileños han denominado del “Uruguay mayor”, está bastante analizado por diferentes historiadores.
Cuenta Brito del Pino, que acompañaba a Rivera, que al rato de la Batalla de Sarandí, “por intermedio del Ayudante de Tiradores José Leal, Rivera invitó a Bentos Goncalvez a que pasase al lado sur del paso del Polanco del Yi. Este estaba crecido y se habían llevado el bote los brasileños perseguidos. Sólo accedió a hablar río por medio. El General Rivera le dijo que ya era tiempo que se acabase la guerra, que ¡dónde estaban aquellos principios liberales dl Sr. Bentos Goncalvez!, etc., etc.. A lo que respondió que él era uno de los que más deseaban la paz, que ojalá estuviera en su mano, pero que él nada podía hacer y sí solo el Sr. Bentos Manuel. ‘Entonces reparamos que éste estaba al lado de un gran arbol … Invitado por el General Rivera, respondió que había jurado al Emperador y había de morir con él’” Diez años después Bentos Goncalvez encabezaría la República de Río Grande que duraría diez años, Bentos Manuel pasaría de bando un par de veces y en una de ellas se llevaría preso a Bentos Goncálvez.
Así Adolfo Saldías, en «Historia de la Confederación Argentina» dice:. «..Rivera, sin dudar de tal posibilidad (la independencia de la Banda Oriental), que desde 1821 entraba en sus cálculos, quería asegurar aquel hecho contra toda probabilidad; y al efecto llevaba sus propios elementos a las provincias bañadas por los ríos Paraná, Uruguay y Paraguay con el designio de formar lo que él llamaba ‘Unión del Litoral’…»
Mateo Magariños de Mello, en “ La misión de Florencio Varela a Londres”, dice: “ A Corrientes, Entre Ríos, La Banda Oriental, se unía ahora el Río Grande donde la idea de constituir un gran Estado republicano federal había hecho camino”
- Blanco Acevedo, en «Centenario de la Independencia. Informe sobre la fecha de la celebración» sostiene: «También Rivera recibía estímulos argentinos; pero él, sin rechazarlos, pues los seguirá más tarde, se inclinaba a creer que era más hacedera la formación de una patria Oriental en unión con las región meridional brasileña; miraba al Norte, hacia las primitivas fronteras españolas, más allá de las Misiones; pensó en realizar su plan, informe todavía, en combinación el audaz Bentos Manuel, el célebre guerrillero lusitano«
- M. Paz, en «Memorias póstumas» afirma: “Esta (su idea predilecta) no era sólo de él (Rivera) por cuanto participan de ella muchos orientales de distinción y de más luces que él; consistía en agrandar el Estado Oriental, o sea la República del Uruguay, con la anexión de las provincias de Entre Ríos y Corrientes pertenecientes a la República Argentina, y la de San Pedro (Río Grande) al sur, que depende del Imperio del Brasil, sin perjuicio de agregar, andando el tiempo, la del Paraguay, con lo que quedaba redondeada la nueva nación, etc. Si en tiempo de Artigas fue ella (la palanca) bastante fuerte para trastornarlo todo, el presente ni aún para eso podía servir…. Disculpo al General Rivera como oriental, y también a los otros que concibieron tan grandiosos proyecto, porque nada es más natural que deseasen el engrandecimiento de su país. Tanto más racional era este deseo cuanto que por su pequeñez está expuesto a sufrir la influencia de vecinos poderosos..«
Don Pedro J. Britos, también, se refiere a «entrevistas realizadas durante el mismo año (1824) entre Rivera y los jefes riograndenses para realizar trabajos a favor de la organización de un Estado fuerte e independiente sobre la base de la Provincia Oriental y de la Provincia de Río Grande”.
Alcides Cruz, en «Incursión del general Fructuoso Rivera a las Misiones», asevera: “Rivera, de cierto tiempo atrás, alimentaba un vasto plan de conquista para cuya preparación mucho concurrió la buena acogida que le hizo López. Trataba de invadir la zona brasileña de las antiguas Misiones del Uruguay y de ella enseñorearse, por parecerle el medio más adecuado de compeler al Brasil a pedir la paz. Pero como también era hombre de fantasías, su proyecto no se circunscribía solamente a eso: la conquista de las Misiones iría a aumentar el territorio de la Provincia Oriental, que por efecto de la paz sería erigida en Estado Independiente; y ¡quién sabe si no daría lugar a una revuelta de la Provincia de Río Grande del Sur, contra el Imperio, con el propósito de separarse del Brasil e ir a confederarse con algunas provincias platinas…»
En junio de 1828 Lord Ponsomby le escribía al Secretario del Exterior: Rivera “manda lo que ellos llaman Ejército del Norte, está destinado a ejecutar un gran plan de operaciones contra el enemigo. Creo que el plan consiste en barrer las Provincias del Sur del Imperio y tratar de penetrar en San Pablo, provincia que ha sido especialmente trabajada por los enemigos secretos del Emperador, para cooperar con los republicanos en contra de su soberano. Es necesario que destaque el gran cambio que la conquista de las Misiones (producida en abril anterior) puede originar en el desarrollo de las negociaciones al respecto”.
No en vano, el diario El Constitucional Riograndense decía, el 31 de octubre de 1828: “Recelamos mucho que Frutos quiera ser una segunda parte de Artigas”
Un Rivera más maduro, le escribirá a Andrés Lamas el 3 de enero de 1841, lo que algunos han visto como una buena autodefinición»Es verdad, amigo, que veo una vuelta de cartas de Lavalle, contestaciones de Nuñez que corren impresas con una porción de otros dicharachos de Argentinos, de orientales argentinados, de blanquillos perversos y de esa otra gente que todo lo saben y nada hacen de provecho; a mí ni una ni otra cosa me enfría ni calienta, voy adelante, mi deber es uno y mi misión la dicha de nuestra patria. Si le conservo sus instituciones y le doy paz he llenado todas mis aspiraciones, en lo demás nada tengo que ver, en lo que diga Lavalle, ni Nuñez, allá su alma su palma, cada uno tiene su modo de conducirse, y la historia ha de juzgarnos a todos por los hechos y no por las palabras, es mi marcha y con ella he de ir llevando el carro hasta que se aguante el eje (dispense amigo esta gauchada) y esté tranquilo, yo he hecho lo que he podido hasta aquí, en adelante haré lo que pueda, a más no estoy obligado. El año 36 era yo sólo, un puñado de bravos se resolvieron conmigo, le salimos al frente al tirano Rosas, van corridos tres años, en ellos hemos prodigado toda clase de sacrificios y por fruto de ellos vemos con satisfacción que el poder de la tiranía de Rosas ha perdido más de las dos terceras partes de su influencia. Hemos enseñado el camino de la libertad a los que la habían perdido, les hemos dado patria a unos, armado a otros para que la recobren y a todos les hemos servido de antemural con nuestra sangre, y al presente les ayudaremos y les haremos su retaguardia: esta es nuestra historia, que nadie la podrá negar, nada importa que diga lo contrario…Esta carta va siendo muy larga, la concluyo asegurándole que yo no soy, ni he sido, ni seré, sino Oriental, nomás, liso y llano como dicen los paisanos«.
La anatomía moral de la cabeza de los nuevos revisionistas
“El revisionismo histórico argentino, esa corriente historiográfica cuyo vigor al parecer inagotable no ha de explicarse por la excelencia de sus contribuciones, en verdad modestísimas…”.
Tulio Halperin Donghy “El revisionismo histórico argentino con visión decadentista de la historia Nacional”
Como se sabe el revisionismo histórico nace en la restauración autoritaria del Paraguay de los 30, entre sus frecuentes desfiles con banderas nazis, y se traslada a Argentina engarzado en las corrientes antidemocráticas. Halperin Donghi, en la misma obra, lo dice así: “El revisionismo tomará sus esquemas básicos de la interpretación del pasado de la misma fuente a la que debe lo más significativo de sus nociones políticas: el Nacionalismo de Maurras y sus aledaños en la derecha francesa… La exploración del pasado nace entonces como una tentativa de ofrecer el aval de la historia para la crítica de la Argentina del presente y esa crítica se organiza en torno a dos motivos centrales: el primero es el repudio de la democratización política…” El segundo será la conclusión de la derecha nacionalista sobre que la crisis interna se explica por la abdicación democrática a lo extranjero. La existencia del imperialismo externo como forma de legitimar la caída de la democracia nacional. En ese momento se trataba de derrocar a Hipólito Irigoyen y entronizar al dictador Uriburu. De la derecha paraguaya y argentina el revisionismo tuvo, luego y siempre dentro del sendero antiliberal, un giro de influencia marxista. A principios de los años 60 el mismo se trasladó al Uruguay tratando de reescribir la historia nacional de manera de hundir todo lo liberal e imponer un sistema de análisis marxista particularmente pobre, puesto que fue un análisis más materialista que dialéctico, esto es un análisis con poca capacidad de comprensión y mucha de divulgación. Con ese instrumental carente de dialéctica la izquierda uruguaya tuvo que analizar la caída del socialismo real y, consecuentemente, dicho análisis está aún pendiente. Llegan al gobierno con una cultura pre-muro y tienen que gobernar un mundo en que los nacidos después de la caída del muro tienen ya mayoría de edad. La coartada cientificista que los protegía en el viejo mundo hoy más bien los deja al desnudo. Esa es la verdad a disimular.
A propósito del artículo de La República sobre Rivera, en el número inmediato de Brecha comentaba la historiadora Ana Frega: “El núcleo del revisionismo histórico es la idea de que la oligarquía porteña y el imperialismo británico son los culpables de todos los males que han acontecido desde la época de la independencia’, resumió. En este marco, existen unos pocos ‘héroes’ traicionados (como Artigas) y unos cuantos ‘traidores’ (como Rivera y Ramírez). Los héroes generalmente son criollos, caudillos rurales ligados a la tierra y opuestos a las elites urbanas y portuarias, que sostienen los valores autóctonos en los que se sustenta la nación. Los traidores son extranjeros o ‘malos americanos’, aliados al imperialismo británico, hostiles a los valores autóctonos y nativos y proclives a suscribir ideas foráneas y extranjerizantes. ‘Todo este discurso es profundamente conservador, como puede verse sin dificultad’, apuntó Frega.
Además, un componente sin dudas seductor del discurso revisionista es la teoría conspiracional de las formas dominantes de conocimiento histórico, es decir, la idea de que nuestra visión e interpretación actuales del pasado son producto de alguna forma de ocultamiento interesado de los hechos, que debe ser removida para que la verdadera historia, la historia silenciada y ocultada, salga por fin a la luz.
El ‘gancho’ del revisionismo desaparece, sin embargo, cuando se advierte que poner las cosas en términos de ‘principistas’ y ‘traidores’ no ayuda mucho a explicar los hechos del pasado. Las contradicciones internas entre los caudillos decimonónicos, los diferentes proyectos en que se encontraban embarcados, los significados contrapuestos que daban a conceptos como ‘autonomía’ o ‘federalismo’, las alianzas y enfrentamientos mutuos, las luchas territoriales, los intereses en conflicto, los cambios de bando, los éxitos y los fracasos, no pueden ser explicados mediante el discurso finalista patriótico tradicional, pero tampoco mediante la dicotomización del mundo en héroes y traidores. ‘Es en el intersticio de esos discursos que se ubica la historia como disciplina científica’, concluyó Frega”.
En parecido sentido se expresaba Lincoln Maizteguy sobre la nota de La República en la columna periodística de El Observador que hemos mencionado: “La pena es que estos temas no se plantean en el terreno serio de la investigación histórica sino con una clara búsqueda de efectismo. Nunca puede analizarse un episodio o un documento despegados de su contexto, porque resultan ininteligibles. Esto es, justamente, lo que se ha intentado… Por eso es lamentable que se planteen debates en un terreno de explotación política, tratando de degradar figuras enormes y haciendo planteos que hacen ininteligible nuestro pasado”
La vulgata intelectual actual ha alcanzado en el país grados de decadencia desconocidos. No estamos frente al revisionismo. Estamos frente a algo mucho más tosco. ¿Ante que bicho estamos? Antes de ver este neo revisionismo y su cultura en un plano más académico describamos la lógica de esta suerte de neo revisionismo que protagoniza a una cultura que, como sus bases son falsas, no conduce a nada sino, a través del analfabetismo valórico a la desintegración nacional, .
1.- Dicotomismo extremo o grotesco. Todo es simple. El otro es “malo” puro de manera que ello transforma, acrítica y automáticamente, al sujeto portador en “bueno” puro. La bondad de uno deviene no de sus propias condiciones sino de la maldad del otro y ello exime al “bueno” del juicio al que todos estamos sometidos. Lo convierte en sujeto histórico extra-juicio. Esa autoindulgencia será tanto más fuerte cuánto más “malo” resulte el otro. El otro es el demonio. El trabajo político cotidiano no es más que demostrarlo, permanentemente. Es la teoría de “un” demonio. Obviamente es mucho peor la teoría de un solo demonio que la de “dos” demonios. En la teoría de un demonio nacen los transpersonalismos (fascismo, comunismo). Por el contrario el liberal no cree en la maldad per se. E, incluso, cree que el otro puede tener razón, sin que ello desintegre al primero. Lo grave del dicotomismo grotesco es que hace necesaria la tarea inicial de desdibujar la memoria y hacer olvidar que en este país se mató hace pocas décadas, no bien los antirrepublicanos y antiliberales se lanzaron, en nombre de la “bondad” total –postulados que hoy no resisten el menor análisis- a gente inocente que finalmente no tenía nada que ver pero que se interpuso en el glorioso camino de los “buenos” totales. Sangre de verdad, en el país que este año hace cien años eliminó la pena de muerte y la cadena perpetua.
2.- La omnisapiencia hueca. De este lado todo se sabe, del otro lado todo se ignora. Se cancela así cualquier prueba de conocimiento que rendir. No hay por qué saber de nada además de que de este lado siempre se tiene razón. En el caso, de historia. El otro es “nabo”/de este lado se es inteligente e iluminado. No sólo se da la grosería intelectual de dividir al mundo en “buenos” totales y “malos” totales sino, además, que se piensa que, con la misma simpleza, unos son los iluminados y los demás son todos simples a los que hay que vanguardizar primero y concientizar luego. Consecuencia, se trata a todo el mundo como objeto pasivo –o aún tonto- a rescatar para la historia.
- Subsidariedad historiográfica. Se cancela la verdadera metodología de análisis histórico para sustituirla por una que sirva a las necesidades del presente político. La historiografía no es más que un arma táctica del presente. Ese es el debate de fondo, por ejemplo, en el problema de lo que se ha llamado “la historia reciente” y los despropósitos de muchas de sus hipótesis. La lógica es la de un público receptor de cualquier cosa. El público es concebido desdorosamente como un tomador de cualquier versión. Se funden la lógica del pasado y la lógica del presente, para la cual se debe poner determinada versión del pasado a operar. Así, en realidad, lo que se cancela es la inteligencia del público. Para ejemplo gruesos, en marzo, el gobierno anuncia que va a bajar la cantidad de dinero que emite a la mitad, porque ya era una exageración, y, sin embargo, en el cuatrimestre siguiente la duplican y pasa a crecer la cantidad de dinero cinco veces lo que crece el producto. Hay inflación de inmediato, claro, como puede explicar cualquier estudiante de primer año de economía. Pero no. A seguir imprimiendo billetes que la gente es tonta y cree que porque le bajen 20 pesos la mutualista, 15 pesos la cuenta de Antel, lo mismo en UTE, 1 peso el boleto y 40 centavos el gasoil, todo se va a arreglar. Como los malos actúan, según se ha visto, en realidad la inflación no la produce la máquina de imprimir billetes descontrolada sino los malos, vía especulación. O la gente va a creer, otro ejemplo, que es cierto lo que dice el gobierno respecto a que no hay negociaciones con Argentina. Cuando el gobierno le ha concedido claramente la postergación de la inauguración de Botnia para que Kirchner pueda ganar la elección sin problemas. Ahora, para peor, nos anuncian que, como somos todos tarados y no entendemos nada, van a recorrer barrio por barrio, galpón por galpón para explicarnos que lo que es no es. Dios nos salve.
3.- El pensamiento exclusivista. En el fondo no pueden creer que otros piensen de manera diferente a su verdad. No pueden creer que el otro en sustancia exista y no sea una mera anormalidad. No hay “otro” pensamiento: hay “malos” o traidores o gente todavía no iluminada. Por supuesto, el sistema de controles republicano les resulta absurdo. Es el otro –sujeto histórico inexistente- preguntando por qué no hubo licitaciones y absurdos obstáculos a la acción mesiánica de esa naturalez.
4.- El pensamiento fundacionalista. Si el otro no existe no puede tener, obviamente, pasado. La tradición es un imposible ajeno, salvo que sea una obra falsaria. En realidad, todo se está fundando porque si antes hubo otro, como el otro no existe en realidad no hubo nadie. Así, por ejemplo, son buenos porque son presentes, aunque resulten un espanto en un marco histórico comparativo con respecto a las diferentes etapas de construcción nacional. La ignorancia les permite creer que lo que descubren o aprenden en realidad los están inventado.
La hibernación ideológica. Todo debe ser cómo era. ¡Qué felices éramos contra Pacheco! Gorbachov, Felipe González, Ricardo Lagos, Anthony Giddens, etc., son unos hijos de su madre que creen que las cosas se mueven. En realidad el liberalismo político de Quijano y de Seregni nunca se pudo entender del todo. Menos el de Batalla, en su momento el frentista más votado. ¿Y Vázquez qué? O será liberal en lo político y su peor enemigo, o dejará de ser liberal. Así de sencillo. Cada vez que Vázquez ha tomado hacia la tolerancia, le ha ido mal. La hibernación ideológica se fagocita inexorablemente a todos los liberales, incluso a los progresistas.
La hipótesis central de la obra de Halperin Donghi arriba señalada es que existe una suerte de paradoja historiográfica según la cual la escuela revisionista triunfó allí donde la acción política del antiliberalismo ha fracasado. Es decir, el antiliberalismo frecuentemente derrotado en la política triunfaba en la academia. Siguiendo empero ese razonamiento ahora tenemos dos problemas. Uno, el antiliberalismo ha triunfado en la política y se comienzan a ver rechazos académicos cada vez más fuertes al revisionismo. Dos, el neo revisionismo, el revisionismo sin academia, es un mamarracho propio de inimputables. Ese neo revisionismo no aguanta el menor examen intelectual. Existe porque es funcional a un antiliberalismo que ya no es un postulado académico sino que tiene los requerimientos permanentes y procaces de su éxito político. El momento “plancha” de la historiografía en el que aparecen unos dogmáticos de la insensatez y, sin embargo, son los únicos funcionales al antiliberalismo político en su apogeo.
La visión totalitaria de la vida, decíamos, legitima sus desaguisados, su falta de autocrítica, sus pavorosos errores, en la existencia de un mal absoluto en el otro. Ese desatino, como todo, se puede hacer con mayor o con menor inteligencia. Cuando este país tenía sobre todo buenos intelectuales y buenos periodistas a ese simplismo se lo hacía incluso de modo sofisticado. Cuando vivimos ahora un país poblado por lo que llaman “operadores”, la simpleza intelectual de la visión totalitaria es un espanto. La “operación” es, en cierta forma, la negación del pensamiento, el triunfo de la maniobra sobre la reflexión. Es lo primero que sentí cuando leí el artículo de La República sobre Fructuoso Rivera, poniendo en valor como novedad descalificante un documento que intelectuales y periodistas de todos los signos ideológicos desecharon durante casi ocho décadas.
¿Por qué esa necesidad de ultimar a Rivera?, me pregunté. Por qué necesitan instalar en el fundador del país ese depósito de maldad infinita. Es que debe ser muy complejo –me contesté- provenir de la vertiente ideológica más vergonzante en la historia de la humanidad como ha sido la que defendió el socialismo real. La academia y los centros de derechos humanos y de recuperación de la memoria debaten si Stalin mató entre 50 millones de seres humanos o 100 millones (estas cifras de espanto las conocí por primera vez en declaraciones públicas de hace más de quince años del entonces Secretario General del Partido Socialista del Uruguay, quién, obviamente, duró poco en el cargo) , es decir si fue Hitler por 3 o Hitler por 6. En todo caso, Hitler Plus, dijeran los informáticos. El Frente Amplio, la semana, pasada logró que el Parlamento no declarara lo que había pedido uno de los embajadores de las ex provincias de la URSS: que Stalin era genocida. El único modo de no pensar que se proviene de la peor abyección en la historia de la humanidad –y de donde se continúa con desconstructores de democracia como Chávez, impresentables en el resto progresista del planeta- es dedicándose a negar al otro en la batalla de apropiarse de la historia. Claro, necesariamente, con métodos stalinistas y tergiversantes.
Como los políticamente liberales y tolerantes vemos el mundo con mayor complejidad que los dogmáticos del bien y del mal, solemos no recordarle a los demás las miserias que han defendido. Pero todo tiene un límite. Sobre todo cuando a través del falseamiento continuo han generado un país de disvalores del que la gente joven sale corriendo de modo creciente. La falsa identidad uruguaya que se ha creado no retiene más que solo a los que tienen su fundamentalismo desocupado y precisan derivarlo en las construcciones antiliberales en las que, con simpleza ignorante e insensible, han militado toda su vida. Guerrilleros meramente de papel intentan linchamientos historiográficos. Y ficciones que ya va siendo tiempo que se debatan como la de Rivera y los indígenas o el problema de la guerra del Paraguay o el resto de la mitología antirepublicana.